Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Un grupo de jóvenes investigadores y arqueólogos egresados de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) presentaron públicamente, en colaboración con la Secretaría de Cultura del Estado (Secult) y la Dirección de Patrimonio Cultural (DPC), avances de recientes descubrimientos que marcan un hito dentro de la investigación científica arqueológica del estado.
Dentro de los hallazgos se han encontrado sitios arqueológicos con arte rupestre enmarcados dentro de una compleja interacción cultural de miles de años, que constituye el marco general de la historia antigua de la región poco conocida a la fecha, salvo por contados trabajos especializados.
Ciencia, misterios y promesas
La región de San Luis Potosí por mucho tiempo ha estado inserta —dicen los académicos— en lo que se conoce como la frontera entre los pueblos prósperos y agrícolas mesoamericanos, y los vastos desiertos e inhóspitas tierras del norte del país, en donde se cree en el imaginario popular que habitaron naciones de salvajes guerreros indomables conocidos como chichimecas.
Y aunque muchas veces esas misteriosas culturas son difíciles de develar, la arqueología como ciencia con todas sus innovaciones ha permitido un acercamiento a su mundo y creencias ancestrales.
“La arqueología trata de estudiar las sociedades del pasado por medio de sus restos materiales. Podemos estudiar desde aquellos momentos que implicaron las primeras presencias de los Homo sapiens sapiens, hasta lo que ocurrió hace algunos ayeres con el surgir de las primeras fábricas y el devenir de la era industrial. Incluso hasta podríamos hacer arqueología de la basura que desechamos hace un mes”, comenta la arqueóloga Laura Carolina Rodríguez Arcos.
“Estos restos materiales pueden consistir en lítica (artefactos hechos de rocas), cerámica, pintura mural, arte rupestre, así como la misma arquitectura”, continúa su colega Gilda López Noyola.
Al respecto, Gilda López comenta que muchas veces la población en el imaginario popular cree que solamente habitaron en esta región grupos de cazadores y recolectores, cuando no fue así, como complementa la investigadora: “ Esto debido a que hay mucho desconocimiento sobre las investigaciones que se han realizado. Los cazadores interactuaron con grupos sedentarios, quienes probablemente migraron del sur, desde Mesoamérica, y se asentaron aquí. Esto lo vemos en la evidencia arqueológica, como la cerámica, la arquitectura y los patrones de asentamiento en general”.
Para el arqueólogo Antonio Sánchez Pérez, el potencial arqueológico del estado para indagar sobre esto es muy amplio, algo que trabajos previos realizados entre 1960 y 1980 han señalado, incluso mientras se ha investigado que la presencia del hombre en San Luis se identifica claramente desde mil años antes de Cristo.
Los trabajos previos a los que se refiere se tratan tanto de exploraciones realizadas por intelectuales y cronistas potosinos durante la primera mitad del siglo pasado, así como de investigaciones arqueológicas formales, tres de las cuales se llevaron a cabo en la década de 1960 y dos más en la década de 1980.
A partir de ello, el investigador Antonio Sánchez comenta que “hacia el inicio de nuestra era, ciertas condiciones climáticas favorables permitieron que grupos sedentarios procedentes del sur comenzaran a poblar el suroeste del estado, hacia Villa de Reyes y Villa de Arriaga, y hasta los valles en los cuales hoy se asienta la capital, posiblemente en donde se comenzaron a construir las primeras aldeas en la región”.
Entre los años 600 a 900 d. C. fue que se vivió la época de mayor crecimiento cultural en lo que hoy es la región centro de San Luis Potosí, en la que se han documentado vestigios de grupos caracterizados por erigir una arquitectura de considerable complejidad, así como estructuras cuadrangulares con patios al interior y hasta sistemas hidráulicos.
Los arqueólogos comentan que el intercambio de bienes materiales desde distintas regiones no es una idea que suena descabellada ante esa realidad, como tampoco la idea de la circulación de personas entre grupos con fines políticos y de parentesco, o el intercambio de ideologías entre sociedades nómadas y sedentarias. Cazadores y agrícolas, sociedades con formas bastante diferentes, interactuaban entre sí, se conocían y quizá incluso compartían sus experiencias de vida.
“Hacia finales del año 1200 d. C., distintos factores y cambios en el clima hicieron que se viviera un abandono paulatino de muchos de los pueblos, lo que permitió que grupos de cazadores-recolectores repoblaran los territorios que estaban en manos de los sedentarios, y que ocuparon hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI”, afirma Gilda López.
Al mostrar la evidencia arqueológica como dato, el grupo muestra que si bien existen en la región huellas tanto de la existencia de cazadores-recolectores como de grupos sedentarios y agrícolas, comentaron que un tipo muy particular de cerámica, conocida entre los arqueólogos como tipo San Luis Polícromo, puede ser otro indicador regional de comunicación entre sociedades a escala regional.
Dicho tipo consiste en una cerámica manufacturada con diseños geométricos en vasijas y ollas presentes en estados como Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas, Guanajuato o Querétaro, que recuerdan mucho ciertos elementos iconográficos propios de Mesoamérica, como el símbolo de la “ greca escalonada”.
“Otro ejemplo es el de la presencia en la región de cerámicas de filiación tolteca como los tipos Blanco Levantado, Mazapán o Plumbate, lo cual no quiere decir directamente que aquí hubiera toltecas de la ciudad de Tula, Hidalgo, sino que más bien quizá estaban entablando algún tipo de intercambio. No hay que dejar de lado que los grupos nómadas o seminómadas también estaban presentes e interactuaban con los sedentarios, por lo tanto hay materiales que sí son ‘propios’ de aquí y otros que pertenecen a otros complejos culturales y modos de vida”, afirma el arqueólgo Antonio Sánchez.
Nuevos descubrimientos
El equipo de investigación ha presentado además resultados preliminares sobre el proyecto de documentación de arte rupestre que cuenta con el permiso del Consejo Nacional de Arqueología (CNA) y el apoyo de los Centros INAH San Luis y de Querétaro, así como de la UASLP.
Durante un año de recorridos para encontrar sitios con arte rupestre, se localizaron tres en total en la región, cuyas ubicaciones se mantienen en secreto por motivos de seguridad de estos mismos.
“Hemos encontrado cosas interesantes. De los motivos, llama la atención la complejidad de la presencia de escenas de caza, así como series de digitaciones que probablemente se traten de cuentas de tiempo, de fenómenos celestes o cacerías; asimismo, representaciones de maíz que nos llama mucho la atención encontrarlas en este tipo de sitios por su ubicación”, comenta la arqueóloga Laura Rodríguez.
El asunto de las representaciones de maíz es importante porque, de acuerdo con el geólogo Marco Antonio Rojas Beltrán, del Instituto de Geología de la UASLP —quien ha colaborado de cerca en la caracterización geológica de los sitios descubiertos con la joven investigadora Mónica Fernanda Pineda Orta—, la Sierra de San Miguelito, donde el diseño antiguo fue localizado, tiene propiedades geológicas que no permiten el cultivo de maíz o la práctica intensiva de la agricultura.
“En términos geológicos, la zona centro de San Luis Potosí se caracteriza por la Sierra de San Miguelito, la cual es una de las regiones mejor cartografiadas de la Sierra Madre Occidental, la cual está entre las provincias volcánicas ignimbríticas más grandes del mundo”, comenta en entrevista el ingeniero especialista en petrografía.
Entonces ¿qué hace una representación de una planta de maíz en una región de origen volcánico, en el interior de la sierra, que no permite el cultivo de dicha planta salvo en los valles alejados?
Desde el punto de vista de trabajos como el de Gráfica rupestre y paisaje ritual: la cosmovisión de los recolectores-cazadores de Querétaro, escrito por uno de los asesores del proyecto, el doctor Carlos Viramontes Anzures, y publicado en 2005, según las visiones del mundo de grupos indígenas aún vivos y de las pistas que se pueden inferir de las visiones del mundo de los grupos del mundo prehispánico, se sostiene la hipótesis de que la roca en la que se pintaba era más que una simple roca.
Es altamente probable que la roca donde se pintaba fuera considerada como una parte de la naturaleza con “personalidad”, que contenía alguna forma de “esencia vital” que compartía con los humanos, lo cual la convertía en un lugar sagrado que se constituía como una frontera entre nuestro mundo y el mundo sobrenatural.
Pintar en la roca entonces se volvía una manera de activar las fuerzas de ese mundo más allá del nuestro para que actuasen en nuestro mundo. Quizá de ahí la necesidad por pintar en abrigos rocosos que ya estaban pintados antes, como es el caso del sitio Arroyo La Laja, documentado por el proyecto, y en el que hay pintura blanca sobrepuesta a motivos pintados en rojo, señal clara de dos periodos de ocupación distintos del abrigo.
“Se han estado descubriendo sitios en distintas áreas de la Zona Centro, siendo analizadas con tecnología creada para estudiar este tipo de manifestaciones culturales y se han descubierto un sinfín de motivos diversos”, complementa Gilda López.
Desde abrigos rocosos cerca de fuentes naturales de agua con series de dedos pintadas en blanco, superpuestas a diseños abstractos en rojo, hasta diseños de posibles venados macho representados en actitud de movimiento siendo cazados son algunos de los diseños mostrados en fotografías que, por desgracia, aún no pueden hacerse del todo públicas.
“Hay una interesante diversidad de motivos representados, desde diseños geométricos como puntos y líneas arreglados en distintas composiciones, hasta diseños más realistas, que representan formas humanas, de animales y plantas. Otros más los podemos categorizar como abstractos que, a nuestra forma occidental de pensamiento, parecieran no tener un orden lógico. Muchas veces los motivos se encuentran relacionados entre sí y, por lo tanto, se deben estudiar tanto los motivos individuales como las escenas completas para podernos acercar de una manera más completa a su interpretación”, comenta Antonio Sánchez.
Mostraron que de los tres sitios descubiertos, la mayoría de los diseños pictóricos se encuentra plasmada con pigmento rojo, que ciertos estudios en otras regiones sugieren puede ser una mezcla de grana cochinilla, arcilla o cinabrio mezclados con algún aglutinante orgánico aún no identificado, y que además poseen un estilo de manufactura similar al de tradiciones pictóricas rupestres como las que el doctor Carlos Viramontes Anzures reporta para el nororiente de Guanajuato y el semidesierto de Querétaro.
Hay ciertos diseños pictóricos, como en la también descubierta Cueva de Indios, que recuerdan símbolos mesoamericanos como la llamada “xicalcoliuhqui”, que podía significar muchísimas cosas dependiendo del contexto, o la “greca escalonada” que se ve en la cerámica tipo San Luis Polícromo encontrada en la región. Incluso los diseños de posibles guerreros con tocados y escudos, que ya reportaba Antonio de la Maza para Villa de Arriaga en 1954, son sugerentes.
Al respecto, el arqueólogo Antonio Sánchez comenta que “sabemos de la existencia de grupos chichimecas en esta región que formaron parte de un área cultural vasta conocida como Gran Tunal; sin embargo, no hay evidencias concretas para poder proponer quién realizó las pinturas, y peor aún, no sabemos ni siquiera si se tiene registro en las fuentes etnohistóricas de todos los grupos de chichimecas que en verdad existían. Otro aspecto es que cuando se habla de pintura rupestre en estos parajes, automáticamente lo asociamos con esos chichimecas belicosos; no obstante, ¿existe la posibilidad de que grupos sedentarios practicasen esta modalidad de expresión pictórica con otros fines? Posiblemente sí”.
También han documentado la presencia de una escena de cacería bastante esquemática, que representa un cérvido macho en movimiento con dos personajes antropomorfos cercándole el paso, uno por el frente y otro por detrás. Lo interesante con las escenas de cacería en el arte rupestre es que al menos en Europa estas no aparecen sino hasta fechas muy tardías en las que las sociedades autoras o bien se habían convertido en pastoras o agrícolas, o se habían constituido en sociedades estado.
En cuanto a los materiales usados para pintar, el geólogo Marco Rojas, responsable del Laboratorio de Petrografía y Mineragrafía de la UASLP, refiere que “ las rocas y productos volcánicos que dieron origen a la Sierra de San Miguelito constituyen la materia prima para los distintos usos de las sociedades antiguas. Entre estos usos están los materiales con los cuales se elaboraron las pinturas rupestres, las distintas herramientas de lítica y los mismos sitios arqueológicos (abrigos rocosos, grutas, afloramientos de roca), que son parte del paisaje geológico-geomorfológico, y como tal pueden y deben ser descritos para una mejor comprensión arqueológico-cultural”.
Patrimonio arqueológico potosino a futuro: amenazas, divulgación y ciencia
Para el doctor Gilberto Pérez Roldán, director del Laboratorio de Arqueozoología de la UASLP, el reto principal es la divulgación científica de este patrimonio potosino. Una responsabilidad para los jóvenes investigadores quienes tienen que ayudar a la gente a imaginar cómo era ese pasado que comunican.
Y es que a pesar de las investigaciones incipientes, el patrimonio arqueológico descubierto se encuentra amenazado por múltiples factores, como las afectaciones naturales pero, sobre todo, por las perturbaciones humanas, como el grafiti encontrado en algunos de los abrigos, o incluso encima de pinturas rupestres.
“En San Luis Potosí, con el crecimiento desmedido de la ciudad seguramente se están perdiendo en este momento vestigios, y hago hincapié en que no son solo arqueológicos. Como sociedad estamos destruyendo patrimonio histórico, artístico, natural e inmaterial por igual. Si bien las redes sociales nos mantienen informados sobre estas afectaciones, también son un medio por el cual se comparte información de sitios arqueológicos que finalmente acaban saqueados”, afirma el arqueólogo Antonio Sánchez.
Sobre este tema, la arqueóloga Laura Rodríguez señala que “la divulgación es importante porque muchos especialistas hacen investigación y no se va más allá. Creo que la herramienta más eficaz para salvaguardar nuestro patrimonio es dar a conocer a las personas lo que tienen. No cuidas lo que no conoces. Por ello es que también nos acercamos a las comunidades rurales cercanas a los sitios y les contamos lo que hacemos y para qué lo hacemos”.
Y es que también hicieron público parte de su trabajo con las comunidades rurales que se encuentran en las cercanías de los sitios que han documentado. Un esfuerzo que mediante la implementación de talleres interactivos con niños, padres y madres de familia intenta concientizar a la población sobre la riqueza cultural que hay en sus tierras.
El saqueo es otra de esas amenazas al patrimonio con la que los investigadores pretenden luchar a través de la educación patrimonial, tanto en la ciudad como en las comunidades rurales. Para Antonio Sánchez, el problema es que “muchas veces los exploradores amateurs y saqueadores se llevan las piezas poniendo como pretexto que ellos mismos van a estudiarlas, sin contar con una preparación profesional, lo que resulta evidentemente en la pérdida de la información”.
Gilda López comenta que por lo pronto se seguirán los trabajos con las comunidades, dando charlas que les muestren lo que poseen y cómo pueden cuidarlo para, posteriormente, continuar con un proyecto que les permita revisitar los sitios para implementar estrategias de salvaguarda y conservación.
“Entender al menos cómo interactuaban estas culturas con formas de vida tan diferentes (cazadores y recolectores con grupos sedentarios y agrícolas) nos ilustra y nos puede ayudar para ser más tolerantes en nuestra interacción con otros grupos diferentes a nosotros. También puede ser útil buscar recuperar sus modos de vida y tecnologías bajo el entendimiento de que eran menos destructivas con la naturaleza, en comparación de lo que hacemos hoy día”, concluye Laura Rodríguez.