Agencias/Ciudad de México.- En un tugurio tenuemente iluminado en Manhattan, la bartender Érika Ordoñez se acercó a la nariz una copa de 15 dólares de Santa Teresa 1796, hecho en Venezuela, el ron añejo mezclado más antiguo del mundo.
“Definitivamente puedes percibir un poco del aroma a fruto seco del añejamiento”, comentó. Aunque es poco conocido en Estados Unidos, Santa Teresa se ha convertido en un ron estándar del daiquirí de 19 dólares en Slowly Shirley, un bar estilo art deco en el West Village de Nueva York, donde ella trabaja, difundió el periódico The Wall Street Journal.
También está a punto de volverse convencional a raíz de un nuevo trato de distribución mundial con Bacardí Ltd., el productor de ron más importante del mundo, que hará que la marca 1796 de Santa Teresa, creada hace 35 años, esté disponible a nivel mundial a partir de septiembre.
Ron Santa Teresa CA es parte de un pequeño grupo de compañías venezolanas que dependen de las exportaciones para superar un torbellino político que ha destrozado la economía.
El propietario Alberto Vollmer, de 48 años, declara que expandir su preciada bebida al extranjero es fácil comparado con operar en un país sumido en la corrupción y los agobiantes controles estatales. Para llevar sus productos a puerto, los camiones de Vollmer tienen que arriesgarse a pasar entre saqueadores, disturbios repentinos, bloqueos de manifestantes y retenes militares. Se tienen que reunir firmas de una docena de dependencias gubernamentales. Luego está la espera por el buque que atraca en Venezuela con cada vez menos frecuencia.
Señala que lo ha logrado al trabajar con comunidades locales, desarrollando vínculos con funcionarios y concentrándose en las exportaciones.
“Estamos en el negocio de los deportes extremos”, apuntó Vollmer, un productor de ron de quinta generación cuya familia ha destilado caña de azúcar en el Valle Central de Venezuela desde 1796.
La economía venezolana se ha contraído en una tercera parte en los últimos cuatro años. Las manifestaciones contra el Gobierno han cobrado más de 120 vidas desde abril.
Alrededor del 20 por ciento de todas las compañías quebraron el año pasado, de acuerdo con Fedecámaras, la organización empresarial más grande de Venezuela. Los empresarios que no han huido del país están operando a una tercera parte de su capacidad.
“Me parece un poco sorprendente que continúen haciendo este producto”, aseveró Edward Hamilton, importador de ron radicado en Florida, en referencia a Santa Teresa.
Sin embargo, Vollmer está expandiendo la compañía. Santa Teresa planea incrementar el volumen de exportación en un 30 por ciento para el 2020, a unas 200 mil cajas, manifestó en una entrevista en su casa en la propiedad de 3 mil 230 hectáreas.
Enfocarse en las exportaciones permite a Vollmer mantener el 80 por ciento del efectivo que percibe de cada botella vendida en el extranjero. Esos dólares estadounidenses le permiten importar insumos como barricas de roble, pagar algunos de los sueldos más altos del país e invertir en proyectos sociales locales para disuadir los robos. En contraste, compañías que sólo perciben la moneda local prácticamente sin valor se están colapsando a raíz de las devaluaciones constantes y la inflación del 700 por ciento.
Los detractores de Vollmer afirman que su acceso a dólares es una señal de trato preferencial de un Gobierno cada vez más autoritario.
A principios de año, los medios sociales locales estallaron con indignación cuando surgió una foto de Vollmer sonriendo en un evento público junto a un funcionario venezolano repudiado por la Oposición. Vollmer respondió al señalar que tener relaciones de trabajo con funcionarios locales es un aspecto necesario de la manufactura, en cualquier lugar.
El trato de Bacardí le permite mantener control del negocio familiar mientras que, al mismo tiempo, echa mano de una cadena de suministro global.
Para Bacardí, el añejo 1796 de Santa Teresa expande el punto de apoyo de la compañía en un creciente segmento de la industria, apuntó John Burke, director de las marcas comerciales de Bacardí.
La compañía está segura de que Santa Teresa puede seguir produciendo ron de calidad a pesar de las dificultades macroeconómicas de Venezuela.
La industria del ron en general se ha contraído 9 por ciento por volumen en los últimos seis años, de acuerdo con la firma de investigación IWSR.
La excepción han sido los costosos rones añejados como 1796, que se vende a unos 45 dólares por botella en tiendas de especialidad. Los rones de marcas ultralujosas son los únicos cuyas ventas están creciendo este año, de acuerdo con datos Nielsen.
“Los consumidores están bebiendo menos y mejor”, destacó Burke.
Parece haber mucho espacio para crecimiento, porque las marcas ultralujosas representan sólo el 3 por ciento de todas las ventas de ron en Estados Unidos, de acuerdo con Nielsen.
“La gente solía ver al ron como un mal coctel ochentero con un fuerte sabor a fruta servido en fiestas de fraternidad”, mencionó Kenneth McCoy, dueño del bar The Rum House, junto al Times Square de Nueva York.
“Hoy, a la gente que conoce de ron le gusta beberlo solo”, sin hielo y a temperatura ambiente.
Bares de ron de especialidad están apareciendo tan lejos como Tokio, donde Santa Teresa se ha convertido en una de las marcas de mayores ventas, dijo Rogerio Igarashi, propietario del Bar Trench, en el distrito de Ebisu.
Incluso en Venezuela, las ventas de ron han sido un oasis en una economía precaria.
El país exportó 43 millones de dólares en ron el año pasado, de acuerdo con la Asociación de Exportadores Venezolanos. La compañía de licores más grande del mundo, Diageo PLC, planea extender su Ron Pampero hecho en Venezuela a mercados nuevos.
Otra compañía venezolana, Ron Diplomático, ahora vende alrededor de la mitad de su producción en el extranjero, dijo su director de ventas, Moisés Morean.
De vuelta en Nueva York, los problemas de Venezuela raras veces son mencionados al tiempo que conocedores beben 1796, señaló McCoy, de The Rum House.