Utopía/Por Eduardo Ibarra Aguirre/Ciudad de México.- La derrotada Xóchitl Gálvez –en forma aplastante con 35.9 millones de votos de Claudia Sheinbaum frente a los 16.5 millones que a duras penas obtuvo–, exgobernadores y senadores del Partido Acción Nacional exigen al inepto Marko Cortés un ejercicio autocrítico serio, pero ellos no dan la menor muestra de practicarlo, de poner el ejemplo. Y como siempre, las críticas se presentan después del niño ahogado, antes fue silencio cómplice total. Tengan cuidado y no intenten tirar el agua sucia de la bañera con todo y bebé.
Los críticos de Cortés colocan por delante el “claro rechazo” al Partido Revolucionario Institucional, lo cual es verídico, pero Acción Nacional tampoco canta mal las rancheras. Y sin la alianza estratégica –no la electoral que fue de sobrevivencia–, la de 1988-2024, construida por Carlos Salinas y Diego Fernández de Cevallos –la Ardilla porque no salía de Los Pinos–, la dirigencia del blanquiazul en su versión Los Bárbaros del Norte, no hubiese existido “el gobierno del cambio” con Vicente Fox, la docena trágica que completó Felipe Calderón ni el Pacto por México de Enrique Peña y que presumían los líderes panistas, las 12 familias que administraban al PAN, como su propio programa.
También le otorgan una desmedida importancia al desacuerdo de la media noche del 2 de junio entre Gálvez y Cortés por la llamada telefónica de felicitación que hizo la hidalguense a Sheinbaum para reconocer su impresionante triunfo.
Para el senador Damián Zepeda, otrora brazo derecho de Ricardo Anaya –derrotado en forma apabullante en la contienda de 2018 por el ahora presidente Andrés Manuel–, es trágico que un dirigente piense que “puede regañar a una candidata por ser demócrata… Frente a una derrota tan dolorosa debería promover la unidad y bajarle a la soberbia”.
Regañada o no, el hecho es que Gálvez Ruiz no consultó, ni siquiera avisó al presidente de su “no” partido, lo cual es una coartada publicitaria, y menos a Alejandro Moreno, al que llenó de elogios durante la campaña, menos aún a Jesús Zambrano, en vías de perder su rentable franquicia.
Como es sabido, la señora Xóchitl posee lengua viperina e incontinencia verbal y fue capaz junto con los dirigentes de los tres partidos y Claudio X. González de emprender una multimillonaria campaña de bots, sin precedente, para presentar a López Obrador como narco presidente y a Sheinbaum Pardo como narco candidata, incluso en el segundo y el tercer debate presidenciales y sin la más mínima prueba, sus dichos los avaló con el libelo de Anabel Hernández, presuntamente vinculada a la DEA. Y el resultado fue nulo, es más desde agosto de 2023 las preferencias ciudadanas no se movieron significativamente.
Ahora Gálvez reaparece con estilo femenino: “Muchos hombres, incluido el presidente, deben aprender a manejar su masculinidad y entender que las mujeres ejercemos la política de manera distinta”. Falta que lo demuestre porque desde los tiempos de Margaret Hilda Thatcher, la primera ministra del Reino Unido de 1979 a 1990, la experiencia prueba lo contrario. Lo cierto es que no aparecieron los “ovarios del tamaño de una toronja” como presumió tenerlos, para criticar al pequeño Marko sin embarrar a Obrador.
De los dineros mejor no hablar porque la senadora con licencia retornó a Reforma e Insurgentes para cobrar la dieta de julio-agosto y el espléndido bono anual, por supuesto que presentará una iniciativa de ley para justificarse. La hipocresía los distingue, aunque José Antonio Crespo me corregiría enseguida: “pragmatismo”.
Opinión del doctor Víctor Ramos “(…) Palabras necias, oídos sordos. Una de las principales enseñanzas que nos dejan los resultados de las elecciones del 2 de junio es el grado de madurez del electorado mexicano. Para empezar a aquilatar el fenómeno, debemos analizar, que no solamente no se trató de una elección de Estado, como la oposición maliciosamente ignorante del significado de ese término, quería propalar, sino que al contrario: el electorado se enfrentó a una elección distorsionada por la capacidad desinformativa del poder apabullante de millones de pesos de los medios masivos. El electorado mostró una fortaleza, cuya magnitud todavía no alcanzamos a evaluar. No fue una campaña de ‘piso parejo’, como se diría con un término muy llevado y traído, pero que en este caso refleja una realidad evidente: los medios privados de desinformación disponen de la preponderancia que les brindan los costosos espacios en televisión, radio, redes y comento ratas, quiero decir comentócratas, que cobran cifras estratosféricas por las toneladas de datos falsos y de odio que vierten por minuto en el aire. Sin embargo, todo ese arsenal desinformativo y perverso resultó ineficaz ante el blindaje que mostró el electorado. Se trata de un fenómeno digno de análisis y de entrada, digno de admiración. Pero ante todo, nos señala el momento en que se deben redoblar esfuerzos y depurar las estructuras de la Cuarta Transformación”.
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