Por Manuel Narváez Narváez/Foto-Archivo-InsurgentePress/Ciudad de México.- La clase política mexicana dio por terminada la etapa de acompañar el pésimo desempeño de la gestión de Enrique Peña Nieto. Ahora es tiempo de trasladar esos infructuosos esfuerzos a construir castillos en el aire para la elección presidencial de 2018.
En efecto, no hay gran cosa para rescatar de una de las peores administraciones en la historia del país. Con ese desprestigio a cuestas, bien ganado por cierto, Antonio López de Santa Ana, Porfirio Díaz, Gustavo Díaz Ordaz y Carlos Salinas de Gortari pasan a formar parte del promedio general de presidentes mediocres porque Peña se ha encargado de desplazarlos.
Pero el Presidente no sería lo que es ni lo que representa si no hubiese tenido sinodales de su misma calaña. Azules, rojos, amarillos, naranjas, turquesas, verdes, morenos y morados, todos, en mayor o menor proporción son cómplices por acción u omisión, de los lastres que aquejan al país.
El distractor de la sucesión presidencial es el pretexto idóneo de la ´partidocracia opositora´ para llamar la atención. Sin embargo, no todos somos cortos de memoria, padecimiento permanente de los mexicanos del que se aprovecha ésa oligarquía desvergonzada para seguir sangrando el tesoro nacional y enterrar aún más los sueños de las nuevas generaciones.
Indiscutiblemente EPN es el peor de los peores, hasta ahora. Claro que la terrible inseguridad que sufrimos en todos los rincones de México no se entendería sin la corresponsabilidad de los gobernadores y alcaldes de todos los partidos prendidos de la ubre gubernamental. Por más que se deslinden de los delitos relacionados con el crimen organizado, los gobiernos estatales (entiéndase los tres poderes) cargan con sus propias culpas en materia de secuestro, asaltos, desapariciones de personas y la infiltración criminal de las corporaciones policiacas.
Primer botón. Cómo olvidar la traición de entregar nuestros recursos naturales a los capitales golondrinos y especulativos transnacionales; esto se dio con el aval del PRI, PAN, PVEM y PANAL. Lo mismo sucedió con otra de las llamadas ´reformas estructurales´, la Laboral. Supuestmente generaría un tsunami de empleos bien pagados e incorporaría a los jóvenes a la bonanza de los grandes ingresos. El PRD no se escapa de las complicidades con el gobierno peñista; ¿recuerdan que el sol azteca votó en favor de elevar al 16% el IVA en las fronteras?.
Segundo botón. Los atracos electorales siguen en la agenda de los partidos. Esto es posible gracias al contubernio entre el PRI, PAN y PRD que se unen en el Congreso federal y en los locales para designar a la mayoría aplastante de consejeros y magistrados electorales en el INE, el TEPJF y los organismos electorales estatales. ¿Me equivoco?. Entonces quejarse amargamente de elecciones de Estado y mano negra del ejecutivo federal en las elecciones locales equivale a hablar con la mandíbula oprimiendo la lengua.
Y el más horrible de los males de México: la corrupción. En este sexenio, como nunca, la transa despiadada e inmisericorde se enseñoreó. Desde el exterior llegan las alertas de los actos de corrupción cometidos por el grupo gobernante con empresas como Odebrecht y OHL; es más, por casos similares varios expresidentes enfrentan juicios en sus respectivos países. El escándalo de la casa blanca del matrimonio Peña-Rivera es un aguja en el descomunal pajar de la verdadera transa institucionalizada, comparado con ésos casos.
Estoy seguro que no habría gobernadores hiper rateros si los puros de la oposición hicieran su chamba. Los latrocinios de los Duarte, los Moreira y Roberto Borge, por citar los más emblemáticos, quizás se hubiesen evitado o al menos contendido desde un principio, en la medida que los legisladores federales y locales de la oposición, así como sus respectivas dirigencias, hubiesen atacado casos similares de corrupción, tales como el de los diputados federales panistas que pedían moche; esto, en los tiempos del padrino del “Pacto Por México”, Gustavo Madero Muñoz y, recientemente de los representantes populares (PAN, PRD, PVEM) en San Luis Potosí.
La corrupción no es exclusiva del PRI y su máximo exponente hoy día, ni significa solamente sustraer ilícitamente los recursos del erario. La corrupción tiene muchas variantes. Desde la perspectiva del gobierno destacan: los elevadísimos ingresos de los tres poderes y los tres órdenes de gobierno; las carretadas de dinero que se autopagan los partidos políticos; vivir del dinero de los contribuyentes vía dirigencias partidistas (¿verdad AMLO?) o aprovecharse de esos cargos para burlar la ley y promoverse (¿a poco no, Ricardo Anaya?; amasar grandes fortunas gracias a las plurinominales (Barrales, Larios, Corral, Ortuño, González Morfín, Bejarano/Padierna, Encinas, Ávila/Gloria, Chuchos, Deschamps, Verdes. Aragón, Águilar, Rodríguez Prats y un kilométrico etc); encajar en las administraciones públicas a cónyuges, hermanos, hijos, tíos, sobrinos y, acaparar los espacios en el poder judicial con familias enteras que heredan puestos y cargos.
En serio, no hay manera de que Enrique Peña Nieto sea lo que es y lo que significa de no haber sido por la complicidad por comisión u omisión de la que hoy se autonombra ´oposición´. Todos, de una forma u otra, contribuyeron al acelerado deterioro de las instituciones y al desprestigio de México a nivel internacional. Ninguno tiene cara para reclamar la bandera del combate a la corrupción o sentirse el ungido que traerá paz y desarrollo al país.
Esa onda fashionista que traen de los partidos no es otra cosa que el pretexto para expiar sus culpas y ocultar el fracaso de ser verdaderos custodios de los sueños y esperanzas de los mexicanos. Esos coqueteos de alianzas electorales y los flirteos de gobiernos de coalición solo explican cuan desvergonzada y desmemoriada es la partidocracia azteca.
Cualquier configuración simbiótica en el 2018, ya sea PRI/PVEM/PANAL/PES; PAN/PRD; PRD/MC o MORENA/PT/MC, no le suma nada bueno al país; tampoco garantiza que dos más dos sean cuatro, cito un par de ejemplos: en el PRD tres tribus destacan su proclividad por el PRI, el PAN o Morena; es decir, el rumbo aliancista que tomen solo sumaría un tercio del porcentaje en su intención de voto. En el PAN, la ultraderecha no iría con las siglas del sol azteca, por lo que de ese porcentaje de votos, unos se irían a los nulos, otros a Morena y tal vez algunos al PRI.
En todos caso, lo menos pior que debería suceder si es que hay acuerdo entre los partidos opositores al PRI, sería que un ciudadano común y sin antecedentes en la política encabece dicha alianza, coalición, frente o como se les ocurra nombrarla. En esto, Diego Fernández de Cevallos coincide conmigo y eso, no es cualquier cosa.
P.D. El PRI sigue vivo gracias a la estupidez y mimetización de la ´oposición´. Así esta cabrón, en serio.
Email: mnarvaez2008@hotmail.com