Agencias/Londres.- Alexander Zverev quebró todos los vaticinios y derrotó a Novak Djokovic por 6-4 y 6-3, en una hora y 20 minutos, para ganar su primera Copa Masters. Un día después de terminar con Roger Federer en semifinales, el alemán liquidó al número 1 del mundo y consiguió el triunfo más importante de su carrera. Con 21 años y siete meses, se convierte en el jugador más joven en ganar este torneo precisamente desde que lo hiciera Nole en 2008. Se trata de su décimo título, cuarto de esta temporada, en la que también se impuso en Madrid, Washington y Múnich.

Con un gran passing paralelo de revés, culminó un magnífico partido. De inmediato, se arrojó al suelo boca abajo entre sollozos. Djokovic saltó la red y procedió a abrazarle. Fue la suya una irreprochable actuación, con la que disolvió a un Djokovic que se había manejado con extraordinaria autoridad a lo largo de la semana. Es, no obstante, la segunda final consecutiva que pierde el balcánico, derrotado también en París por Karen Khachanov, otro de los tenistas emergentes.

Aún con la deuda pendiente de su rendimiento en los Grand Slam, donde aún no ha superado los cuartos de final, Zverev ofrece argumentos de que su progresión va en serio. Algo tendrá que ver Ivan Lendl, el hombre en cuyas manos se puso a finales de agosto.

Número cuatro

Después de romper por primera vez en todo el torneo el servicio de Djokovic, a Zverev, que asciende el lunes al número cuatro del ránking, no le tembló el pulso para hacerse con el set inicial. Encadenó tres saques directos y se situó con otras tantas bolas de set. Convirtió la segunda, ante un rival que seguía sin encontrar la manera de doblegarle y se puso por delante con 6-4.

El aspirante era un prodigio de eficacia. Con el fundamento de su servicio, tomaba la iniciativa, y cuando le tocaba remar lo hacía con suficiente solidez y paciencia. Ofrecía, además, el punto de atrevimiento necesario, acelerando con el revés en cuanto se le presentaba la oportunidad y ganando la red, donde se desenvolvió como un lince.

Pronto, Djokovic había visto discutido el aura inmaculado con el que apareció la final, su irrebatible condición de favorito. Tenía ante sí la posibilidad de ganar por sexta vez la Copa Masters e igualar así a Roger Federer en el liderato de la clasificación histórica de este torneo. Contaba también con un botín de 1.500 puntos con los que fortalecerse aún más como número 1 del mundo.

Después de ganar a Federer en semifinales, el alemán estaba dispuesto a ratificar su crédito ante el gran dominador del circuito en la segunda parte de la temporada. Rompió de entrada en el segundo set y ofreció muestras de flaqueza a continuación, con dos dobles faltas que facilitaron a Djokovic igualar a uno. Pero no era la noche del ganador este año en Wimbledon y en el Abierto de Estados Unidos, del protagonista de un admirable renacer.

A continuación, entregaría de nuevo el saque, errático, sin acierto a la hora de abrir ángulos, sin poder desestabilizar a su adversario. Zverev caminó firme hacia el objetivo y lo certificó al resto, a lo grande.

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