Texto Periódico El Mundo/Madrid.- Paulinho. Hazmerreír por haberse exiliado a la liga china. Por haber bajado hasta las alcantarillas del fútbol porque, en la superficie, nadie reparaba en él. Por haber fracasado en el Tottenham. Pero, sobre todo, por haber llevado al Barcelona a pagar 40 millones de euros. Paulinho, cuya presentación tuvo el mismo glamour que una partida de bingo en un hotel de la costa, calló ante tanto choteo. Y respondió en Getafe. Allí no olvidarán la fortaleza de su cuerpo, donde se estrelló el pobre Djené. Tampoco la fiabilidad de su pie, un martillo que permitió al Barça salvar el triunfo en una tarde con olor a naftalina.

Uno de los altos dirigentes del Barcelona es el ex político socialista Albert Soler. Hace unos días, decía aquello de «unos jugamos a la oca, y otros al parchís», cuando se refería a la irrupción de los llamados clubes-Estado en el mercado futbolístico. Cuando el Barça cobró en seis años 204,5 millones de euros por parte del gobierno de Qatar, encorbatados como Javier Faus decían aquello de «Qatar Foundation es lo mismo que Unicef». A saber a qué juega el Getafe. Ni tiene dados, ni tiene tablero. Recién ascendido, ha gastado este verano 12,4 millones (192,5 el Barça). No tiene chavales chapados en oro como Dembélé, cuyos músculos se han resquebrajado a las primeras de cambio. Tampoco una segunda unidad como la que encabeza ahora Paulinho, y que guarda joyas como Denis Suárez. Pero puede el club azulón ilusionarse con chicos como el japonés Shibasaki. Un latigazo suyo en la frontal a punto estuvo de dejar al Barça sin habla.

Si bien en el fútbol no existe frontera alguna entre el cielo y el infierno, no dejó de inquietar que el Barcelona, que venía de someter a la Juventus y de ganar tres partidos de Liga sin haber encajado un solo gol, exhibiera un tono tan mortecino en el primer acto del Coliseum. Ernesto Valverde, que se veía venir las dificultades, creyó conveniente hacer un único cambio respecto al duelo de Champions. Sergi Roberto suplió a Semedo en el carril. No pareció suficiente.

Bien fuera porque las hormigas ya habían colonizado las pantorrillas de más uno, ya fuera porque la altura del césped obligaba a llevar botas con puntera de hierro, el Barcelona se quedó quieto durante 45 minutos. Y bien que lo aprovechó el Getafe, ordenado en la retaguardia y de lo más incisivo a la contra.

Lesión de Dembélé

Las primeras advertencias de los azulones llegaron gracias a las constantes pérdidas de Dembélé, tan desorientado como desafortunado. Tanto que, tras probar un taconazo, vio cómo los isquiotibiales de la pierna izquierda le negaban la pirotecnia.

Fue precisamente tras un despiste del extremo francés cuando Shibasaki intentó poner en bandeja el primer gol a Jorge Molina. Piqué, que poco antes había visto la amarilla por derribar al ariete tras un caño, logró desviar la pelota en el área. Primero con la rodilla, después con la mano. Shibasaki se tomó la venganza con la espectacular volea que llevó al Barcelona un rato al cadalso. Guaita así lo ordenó con un vuelo redentor a la escuadra tras un disparo de falta de Messi.

No rechazó su responsabilidad Valverde, aliviado al final por el palo de Arambarri. Deulofeu, sustituto del ex delantero del Dortmund, le ofreció competitividad. Denis, recambio de Iniesta, le ofreció por fin juego. Y ante el deficiente despliegue de Luis Suárez, Messi atendió al avance de Paulinho por la garganta del campo para descerrajar la cerradura, entrometerse entre dos defensas, arrancarse la fama de proscrito y liberar a un Barcelona que mantiene el pleno en la Liga.

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