Agencias / Ciudad de México.- El hallazgo de distintos tipos de microbios en capas arcillosas poco profundas del desierto de Atacama, en Chile, uno de los lugares más áridos del mundo, sugiere que terrenos similares justo bajo la superficie de Marte también podrían contener microorganismos. Si es así, podrían ser fácilmente encontrados por las próximas misiones robóticas y tripuladas, poniendo fin a la larga búsqueda de vida en el planeta rojo.

El hallazgo, dirigido por Armando Azua-Bustos, del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) e investigadores de la Universidad de Cornell, acaba de ser publicado en Nature Scientific Reports y supone toda una “cartilla planetaria” para identificar marcadores microbianos en las excavaciones poco profundas hechas por los rover. En Atacama, los científicos encontraron capas de arcilla húmeda a menos de 30 cm de la superficie. Y en ella todo un hábitat de vida microbiana desconocido hasta ahora, compuesto por lo menos por treinta especies diferentes de bacterias de varias clases.

“Las arcillas están habitadas por microorganismos -explica Alberto Fairén, de la Universidad de Cornell y coautor de la investigación-. Nuestro descubrimiento sugiere que algo similar puede haber ocurrido hace miles de millones de años, o aún puede estar ocurriendo en Marte”.

Para el investigador, si los microbios marcianos existieron en el pasado, sus biomarcadores probablemente aún se conservan allí: “Y si los microbios aún existen hoy, la última vida marciana posible todavía puede estar prosperando allí”.

“Este estudio -prosigue Fairén- ayudará a orientar esa búsqueda, informará de dónde debemos buscar y qué instrumentos utilizar para encontrar vida”. Las arcillas son importantes, dijo, “porque conservan muy bien los compuestos orgánicos y los biomarcadores. Y son muy abundantes en Marte”.

Durante los próximos años, y en preparación de la primera misión tripulada a principio de la década de los 30, el planeta rojo será visitado por varios rovers. El Perseverance, de la NASA, aterrizará en Marte en febrero de 2021 y el rover europeo Rosalind Franklin lo hará un poco más tarde, en 2023. Ambas misiones buscarán biomarcadores microbianos en la capa arcillosa que hay bajo la superficie del planeta.

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