Por Erick Olivera Méndez/Ciudad de México.- Este 1 de enero Luiz Inácio Lula da Silva asumió por tercera vez la responsabilidad constitucional de gobernar Brasil, luego de una encarnizada contienda electoral en la que derrotó al ahora expresidente Jair Bolsonaro.
Los retos de Lula en aquel país de 215 millones de habitantes son numerosos y serán parte de una tarea titánica que tendrá que cumplir en el curso de su mandato hasta 2027, una gestión que se alista para enfrentar sobre todo un país dividido ideológicamente con altos niveles de pobreza y una economía todavía en proceso de recuperación luego de la pandemia.
El equipo de Lula ya ha señalado algunos puntos de la agenda administrativa y política que tendrán que recomponer, como las relaciones internacionales y la “gestión irresponsable” del gobierno de Bolsonaro.
Para la nueva administración del gobierno brasileño, Jair Bolsonaro y sus funcionarios incurrieron en un retroceso en materia de política social, medio ambiente, salud y educación.
“El diagnóstico que recibimos del gobierno de transición es desastroso. Vaciaron los recursos de salud, desmontaron la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología, destruyeron la protección del medio ambiente”, dijo Lula da Silva en su primer discurso luego de ser investido como el nuevo presidente en el Congreso de Brasilia.
Para el tamaño del reto que tiene enfrente, Lula tenía que conciliar primero con sus aliados para conformar un gabinete que le permitiera sacar adelante su gestión al frente del gobierno, una tarea que se cumplió tras una intensa negociación con los partidos de izquierda y los sectores de centro que le permitieron ganar la elección.
El primer retos de Lula antes de asumir el poder era conciliar con las fuerzas políticas que lo apoyaron para poder garantizar el respaldo parlamentario, pues la elección de octubre tuvo como resultado más congresistas de derecha, lo que requería un gobierno fuerte y unido para respaldar nuevas negociaciones y alianzas con el sector de centro derecha y la extrema izquierda.
Lula tiene frente a sí a una sociedad dividida, que incluye a 58 millones de personas que no votaron por él, muchos de ellos apostados frente a cuarteles pidiendo la intervención militar para que no asuma la presidencia alegando un presunto fraude electoral.
Y es que Lula derrotó a Bolsonaro por un margen muy pequeño, la distancia que implica el 50.9 por ciento de votos contra el 49.1 por ciento de su oponente, una cifra que lo enfrenta ahora a la división política.
Pero la estrategia de Lula es social, y desde esa visión social el nuevo presidente de Brasil buscará sanar las heridas que dejó la polarizada elección. Una de las primeras medidas de Lula da Silva será recomponer la agenda medioambiental. “No hace falta derribar ningún árbol más. Es posible vivir sin talar madera, sin incendios, sin invadir nuestros biomas”, dijo el presidente al asumir el mandato.
Pero la política también será un arma fundamental para Lula da Silva, y el discurso es clave en la estrategia del presidente para enfrentar los nuevos retos: “Sobre estas ruinas es que asumo el compromiso de, junto con el pueblo brasileño, reconstruir el país y hacer nuevamente un Brasil para todos. Asumimos el compromiso de combatir todas las formas de desigualdad. Es inaceptable que sigamos conviviendo con prejuicios, discriminación y racismo. Somos un pueblo de muchos colores y todos tienen que tener los mismos derechos y oportunidades”.