Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Cuando hablamos de la posibilidad de encontrar vida extraterrestre, Europa y sus océanos ocultos bajo una capa de hielo parecen el lugar ideal para comenzar a buscar, pero un nuevo estudio químico sugiere otro candidato que cada vez cobra más fuerza: Titán, la mayor luna de Saturno.
Titán tiene un par de características que lo hacen único en el Sistema Solar (exceptuando nuestro propio planeta). Es el único satélite que tiene su propia atmósfera más allá de retazos tenues de gas.
Además, en su superficie hay masas estables de líquido que forman un sistema fluvial con lluvia, lagos y ríos. Finalmente, su presión atmosférica en superficie es 1,6 veces la de la Tierra, pero al menos no es exageradamente elevada.
Sus densas nubes hacen que reciba una milésima parte de la luz del Sol que recibe la Tierra, sumiendo la superficie en un eterno crepúsculo.
Por supuesto, su sistema fluvial no se compone de agua líquida, sino de derivados del metano. Se cree que su atmósfera es, sobre todo, nitrógeno y en su superficie hace un frío glacial, con temperaturas que rondan los 180 grados celsius bajo cero.
Aún así, un nuevo estudio de la química que tiene lugar en Titán ha hecho aflorar aún más esperanzas de que el satélite pueda albergar algún tipo de vida microscópica. Así lo cree Martin Rahm, profesor de química en la Universidad Cornell.
Los datos recogidos por las sondas Cassini y Huygens sostienen la hipótesis de que en la atmósfera de Titán hay ácido cianhídrico (HCN). Este compuesto altamente tóxico en la Tierra podría ser la base que necesiten organismos basados en el metano para sobrevivir.
Rahm explica que el HCN, en largas cadenas moleculares podría servir para absorber energía de la luz en un proceso que forma la base energética necesaria para procesos químicos a bajas temperaturas.
El descubrimiento permite añadir una nueva clave a la lista de elementos importantes a analizar por la próxima sonda que enviemos a Titan. Quizá al final el Sistema Solar tenga mucha más vida de la que creemos, aunque sean microorganismos rudimentarios.
Fuente: PNAS