octubre 23, 2018

‘Hasta soñar es una pesadilla en Honduras’

Por Fátima Monterrosa/Especial InsurgentePress/Tapachula.- Pareciera que la vida es injusta de manera innecesaria y los ejemplos sobran en la caravana de migrantes. Daniel Cartagena es hondureño de apenas 14 años, no ha dejado de ser un niño ni alcanza a ser un hombre, pero hace una semana tomó la decisión de su vida, dejo su casa y su familia en San Pedro Sula, con la promesa de cruzar México y alcanzar los Estados Unidos.

Las preguntas sobran en una caravana en la que todos cargan sus sueños llenos de miedo, con un presente aciago y futuro incierto. ¿Con quién viajas?. “Yo sólo con mi amigo”, responde Daniel.

¿Por qué decidiste viajar solo?. “Para buscar mi futuro porque allá no se puede hacer nada, porque la canasta básica subió todo ni para un huevo juntábamos, los huevos, los frijoles, la manteca, el arroz, todo subió.

“Mi sueño es ser mecánico, a mi lo que siempre me ha gustado es ser mecánico, pero puedo trabajar de todo un poco, sí puedo albañilería, se pegar ladrillos, blocks, todo eso…Eso es lo que yo quiero, que Dios me ayude para sacar adelante a mi familia”, dice Daniel.

Daniel camina al lado de sus amigos, Jimyson, Litzi, Kevin y Edras el más pequeño que llevan en brazos— de nueve meses de edad— sobre el tramo de la carretera Tapachula-Huixtla. Dos días antes los cuatro cruzaron en balsas a través de las aguas del río Suchiate, la frontera que parecía infranqueable, llena de policías y militares de México-Guatemala.

Daniel, sus amigos y el resto de migrantes sueñan con ese lugar desconocido que se apiadará de ellos, por eso han decidido arriesgar todo en un largo andar lleno de sombras y un sol que cae sin piedad sobre el asfalto. Cuentan que en su tierra el trabajo es escaso y mal remunerado, que no alcanza para cubrir las tarifas de servicio eléctrico ni gasolina, ni rentas de casas. En resumen hasta soñar es una pesadilla en Honduras.

Kevin es otro migrante menor de edad que oculta su temor cobijado en la numerosa caravana. El hambre ha endurecido su carácter para continuar el camino sin voltear atrás, hacia ese punto sin oportunidades que hoy es Honduras.

“Está todo por las nubes, la comida, todo, la gasolina, todo está por las nubes…muy caro todo…Trabajar sirve de poco, el dinero no alcanza para nada”, se queja.

Los testimonios de los más jóvenes coinciden en otro punto que los obligó a emigrar: la violencia al grado que la pregunta diaria en Honduras es: ¿Quién quiere ser el primero en morir?.

Jimison Ramos confirma esos relatos. Él experimentó en carne propia el homicidio de su hermano Michel de 16 años de edad hace un año.

“Ahora están matando más gente que nunca, yo tenía un hermanito y el año pasado me lo mataron por cuestión de dinero, mi hermanito Michael Ramos, tenía 16 años, ya estaba en primero de mercadotecnia”, recuerda con un tono de perenne tristeza.

Los migrantes han recorrido más 900 kilómetros desde Honduras hasta Huixtla, Chiapas. En ese trayecto han soportado, lluvias, calor, noches cubiertas de estrellas, pero frías, y algunos niños se han extraviado.

Un voluntario de la Cruz Roja carga a un niño extraviado y con un alta voz repite en varias ocasiones que los padres podrían pasar por él a un modulo instalado en el Parque de Ciudad Hidalgo. El menor ha sido bautizado con el nombre de Enoc.

‘La mamá de Enoc, la mamá de Enoc’ vocifera, pero nadie responde, el voluntario ni siquiera sabe a quién está buscando en una caravana en la que nadie quiere aportar rastros para ser deportado antes de llegar a la frontera de México-Estados Unidos.

El pasado 20 de octubre, los migrantes pernoctaron en el parque central de Ciudad Hidalgo, al amanecer continuaron hacia la ciudad de Tapachula, ahí descansaron, para continuar el día lunes su andar hacia Huixtla, Chiapas.

Josué Martínez es un hondureño que decidió no dejar nada en Honduras. Trae consigo la mayor parte de su familia, con la fe puesta en que algo podría ablandar el corazón de Donald Trump, el Presidente estadounidense que literalmente ha declarado la guerra a los migrantes.

¿Con quienes viajas?. “Mi esposa, mis tres niños, mi cuñada, sus dos hijos, su esposo… no, nos queda más que tratar de llegar y que a Trump se le ablande el corazón… La verdad tenemos que hacerlo, la situación está muy crítica, no hay trabajo, no hay de que vivir”, reflexiona en el primer tramo del largo camino hacia la frontera de Estados Unidos.

La caravana aglutina a una amalgama de migrantes, entre ellos a Juan Martínez, indígena maya Chorti.

Juan un agricultor que perdió su cosecha de maíz y frijol debido a la sequía en el departamento de Copan,al occidente de Honduras, ha decido caminar hacia el norte acompañado de su hijo de 10 años, sin saber bien a bien que depara el mañana.

¿Por qué lo trajo?. “Porque pienso que tal vez en Estados Unidos puede tener una oportunidad más, ya que allá (Honduras) no lo puede tener en mi comunidad, como le digo la educación está definitivamente por el suelo”, explica.

Juan aprieta el paso trae un pequeño cordel con el que ato su brazo al de su hijo.

¿Por qué lo trae amarrado?. ” Lo llevo agarrado y lo amarre para que no se me vaya a perder”, justifica, pues cree que eso sería un sufrimiento insuperable. Quizás Juan no ha escuchado que la política migratoria de Trump ha separado más de seis mil menores de edad de sus padres. Es mejor que siga así para no ensombrecer su anhelo de llegar a Estados Unidos.

A diferencia de Juan y su hijo que literalmente caminan atados uno al otro, viaja Christopher Díaz, de 12 años de edad, originario de Escuintla, Guatemala. él sobrevivía con sus padres y cinco hermanos de recoger chatarra.

¿Por qué decidiste venirte y viajar solo?. “Porque no tenían para comida y yo vine aquí para comer”, dice, mientras recibe un paquete de galletas y agua que distribuyen voluntarios mexicanos a la orilla de la carretera Tapachula-Huixtla.

¿Qué le dijiste a tu mamá?. ” Que me iba a venir para acá, a los Estados Unidos, vaya me dijo, me dio un beso y un abrazo, vaya me dijo”.

¿A qué aspiras?. “Trabajar, de recoger basura o así cualquier trabajo, que también me de mi comida”.

La ilusión no deja de ser algo que los migrantes acarician sin poder palpar ni siquiera tener certeza de que ocurrirá mañana, sin embargo, los alienta a seguir en la marcha hacia un destino incierto. Y Luis Fernando un hondureño menor de edad no repara en los obstáculos ni límites para tratar de reencontrar a su familia en Estados Unidos.

“Mi familia he tenido que dejarla, me entiendes, es muy peligroso Honduras ahorita”, parafrasea.

¿Con quién viajas?. “Viajo con dos amigos”.

¿Eres un niño?. “En Honduras está perra la cosa me entiendes”.

¿Hasta dónde quieres llegar?. “Hasta el norte, ahí tengo familia”.

¿De qué piensas trabajar allá? “De lo que salga, de lo que nos den trabajo”.

¿Qué sabes hacer? “Trabajo mecánica, trabajo de albañil, de todo lo que pongan, en comedor, de todo”.

En el trayecto, los migrantes han encontrado la solidaridad de chiapanecos que reparten bolsas de agua, ropa, cobijas y hasta carriolas para aquellos que cargan bebés.

Por ejemplo, Kevin recibió una carriola para colocar a su bebé de nueve meses, ya flaqueaba en el esfuerzo de caminar y sostener al niño.

“Que Dios te bendiga carnalito, cuídate”, le dice el hombre que entregó la carriola. Kevin cree que esa ha sido una señal de Dios que todo saldrá bien hasta llegar a Estados Unidos. Lo cierto es que a veces la vida es injusta de manera innecesaria, para los migrantes que apenas han dado sus primeros pasos en un camino incierto hacia Estados Unidos.

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