Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Cada vez que concluye la obra de una nueva infraestructura pública y una vez superados los fastos de las inauguraciones, se corta la cinta y se marchan los fotógrafos, comienza el trabajo silencioso de los técnicos encargados de evaluar el estado del nuevo puente, presa o carretera. Las obras públicas, más o menos faraónicas, requieren un control permanente que garantice su conservación a lo largo del tiempo.
Actualmente, esa evaluación se realiza a través de sensores externos que monitorizan la salud estructural de las construcciones tomando medidas de vibraciones y aceleraciones y comparándolas con modelos teóricos que permiten simular el comportamiento de la estructura ante la acción de cargas.
Ese sistema de control exige tiempo -el de los técnicos encargados de tomar las medidas- y dinero -el empleado en la tecnología de sensores necesaria-. Para reducir uno y otro, el equipo de investigación TEP 167 “Mecánica de sólidos y estructuras” de la Universidad de Córdoba, en el que participan investigadores de la UCO y las Universidades de Málaga, Granada y Sevilla, en España, ha abierto una nueva línea de investigación avalada por un proyecto nacional concedido por el Ministerio de Economía y Competitividad con la que pretenden diseñar nuevos sensores que puedan ser introducidos en los propios materiales con los que se construyen las nuevas infraestructuras.
La idea es generar compuestos de base cemento (cemento, mortero u hormigón), adicionados con nanotubos de carbono para mejorar tanto su resistencia como sus propiedades eléctricas. De esta forma y al introducir los nanotubos en los elementos estructurales de las construcciones, como las vigas, se logra abrir canales de comunicación dentro de la nueva infraestructura.
Esta idea se puede asemejar a la función que desarrollan, por ejemplo, los microchips de las mascotas, es decir, ofreciendo información desde dentro del cuerpo, en este caso, de la obra pública. Son lo que se conoce como Smart Structures o estructuras inteligentes.
Para conseguirlo, el equipo de investigación que lidera el profesor Rafael Castro ha echado mano de la nanotecnología, concretamente, de los nanotubos de carbono y su extraordinaria capacidad conductiva, diseñando cubos de unos 50 mm de lado para ser integrados en estructuras constituidas por hormigón estructural.
Gracias a los ensayos realizados en el laboratorio, los investigadores han logrado presentar un modelo teórico que serviría para comparar las medidas que ofrezcan las estructuras construidas con la presencia de estos materiales inteligentes. Modelos que permiten predecir los cambios en la conductividad de estos compuestos ante la presencia de deformaciones.
Los resultados teóricos han sido publicados en la revista Composites Part B, dentro de un trabajo firmado por el propio Castro, Enrique García, de la Universidad de Sevilla, Antonella DAlessandro y Felippo Ubertini de Perugia y Domingo Pérez, de la empresa Construcciones Azvi, colaboradora del proyecto. Con ellos y con los demás ensayos de laboratorio, el equipo pretende transferir los resultados de su trabajo a la construcción de un nuevo puente en Vizcaya introduciendo uno de sus cubos en una viga.