Agencias /Ciudad de México.- Pocos mexicanos se dieron cuenta del decreto publicado en la Gaceta de Leyes Federales el último día del año pasado. Sin embargo, desde el punto de vista de los ecologistas, este podría ser el comienzo de una contrarrevolución verde.

El Presidente Andrés Manuel López Obrador anuncia en ella la prohibición gradual del maíz transgénico y del herbicida glifosato para el 31 de enero de 2024. “Celebramos este paso histórico”, dijo la organización ecologista Greenpeace.

“Porque el futuro de la agricultura pasa por el cultivo sostenible, la protección de la biodiversidad, los agroecosistemas y la fertilidad del suelo”.

México se pone así en sintonía con la Unión Europea, donde el herbicida también será retirado de circulación a partir de principios de 2024.

Para el grupo agroquímico alemán Bayer, que en 2018 adquirió al fabricante más importante de glifosato, la empresa estadounidense Monsanto, esto supondría la pérdida simultánea de dos importantes mercados, y ello con el telón de fondo de las demandas multimillonarias pendientes en Estados Unidos por los posibles daños a la salud causados por el glifosato.

La empresa se defiende con fuerza, como demuestran los correos electrónicos a los que tuvo acceso la organización estadounidense Right to Know, y que se filtraron al diario británico The Guardian. México, según esos correos electrónicos, fue presionado por funcionarios estadounidenses e impulsado por Bayer-Monsanto, citando el acuerdo de libre comercio T-MEC entre Estados Unidos, Canadá y México.

Para el subsecretario de Alimentación y Competitividad de México, Víctor Suárez, la ofensiva no es una sorpresa. “Es normal, porque así han trabajado siempre las empresas, tratando de influir de manera inapropiada en decisiones públicas.

“No nos dejamos presionar. Los negocios no pueden estar por encima de los derechos humanos ni de la vida y la salud de los mexicanos”, dijo a DW.

“Lo que nos sorprende es el doble estándar de Bayer-Monsanto. Sabemos que en Europa y en Alemania hay un proceso de regulación que tiende a la  prohibición gradual del glifosato”.

El intenso tráfico de correos a partir de 2020 entre el grupo de presión CropLife America y funcionarios de la Agencia de Protección Medioambiental estadounidense., el Departamento de Agricultura y la Oficina del Representante Comercial de EE. UU. (USTR, por sus siglas en inglés) habla de las formas en que el gobierno de EE. UU. puede ejercer presión sobre el gobierno mexicano con la ayuda del T-MEC. No está claro si la nueva administración estadounidense de Joe Biden seguirá esta línea.

Bayer México no respondió a las preguntas de DW por correo electrónico y por teléfono. Sin embargo, la empresa admitió al periódico mexicano La Jornada que hubo “acercamientos” para “ejercer una influencia basada en la ciencia sobre las decisiones políticas y los procesos legislativos”.

Una prohibición del glifosato no tendría fundamento científico y pondría en peligro el cultivo y el suministro de alimentos, según los argumentos de Bayer.

Por ello, el jefe de la USTR, Robert Lighthizer, también envió un mensaje a la ya destituida secretaria de Comercio de México, Graciela Márquez, en el que le advertía de que la medida podría socavar las relaciones económicas bilaterales.

La decisión de México de dar marcha atrás en su transición energética y, en el futuro, depender más de sus propios combustibles fósiles y de la energía hidroeléctrica también está provocando descontento: eso afecta inversiones de miles de millones por empresas privadas europeas y estadounidenses en energías renovables.

Para Suárez, sin embargo, la amenaza con T-Mec quedó en la nada. “No respondemos a la presión. Los derechos humanos, como el derecho a la vida y a la salud, tienen prioridad sobre los acuerdos comerciales bilaterales”, dice Suárez, agrónomo graduado, cuyo ministerio quiere transformar la agricultura mexicana de forma sostenible, con métodos agroecológicos.

Actualmente, México importa 20.000 toneladas de glifosato al año, según datos oficiales. El herbicida se utiliza principalmente en relación con la soja modificada genéticamente, pero también en el cultivo de maíz, algodón, azúcar, cítricos y aguacates, o para el control de las hierbas perjudiciales en la horticultura.

Ahora es imposible imaginar los monocultivos mecanizados sin ella. Los ecologistas critican la agricultura industrial, no sólo por el uso de pesticidas y fertilizantes químicos, sino también por sus consecuencias negativas para la biodiversidad, la fertilidad del suelo, y porque esto conduce a la especulación de la tierra, el desplazamiento y la pobreza.

Ese es el tipo de agricultura que México quiere desterrar. Según Víctor Suárez, en lugar de monocultivos, debería haber cultivos mixtos y rotación, a fin de aumentar de forma natural la fertilidad del suelo. Para el control de las plagas se deberían utilizar métodos biológicos, indica.

“La experiencia con diversos productores es positiva. En Sinaloa, corazón de la industria comercial del maíz, se ven logros, con 12 toneladas o más por hectárea sin glifosato. Y bajando, a la vez, los costos de producción en un 30 por ciento”, explica.

Hasta ahora, el diez por ciento de los alimentos en México ya se producen de forma orgánica. Según Suárez, esto puede aumentar rápidamente con el apoyo del gobierno y la aceleración de la investigación. México es uno de los diez mayores exportadores agrícolas del mundo, y también tiene un superávit en el intercambio bilateral de productos agrícolas con Estados Unidos.

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