Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Cada año a estas alturas nos enfrentamos al cambio de hora, esa práctica que trastoca nuestros días y que es motivo de debate. ¿Qué ventajas conlleva este cambio de hora? ¿Es realmente necesario o conveniente? ¿Por qué no nos quedamos con un horario y nos dejamos de historias?
Las críticas frente al cambio de hora son cada vez más fundamentadas, y como veremos diversos estudios cuestionan las teóricas ventajas que este proceso ofrece al consumo energético. Lo que perdemos por un lado lo ganamos por el otro, pero atención porque hay más: dejar el horario de verano todo el año sería especialmente interesante en muchos apartados. Atentos, porque puede que efectivamente el cambio de hora sea absurdo.
Empecemos con el impacto en la jornada laboral. Levantarse y ver que fuera aún es de noche no es muy divertido, pero la cosa es especialmente grave si cuando llegamos del trabajo también es ya de noche.
Con el horario de invierno se soluciona una parte del problema, ya que es más probable que al levantarnos ya sea de día. Con el horario de verano ganamos en la otra parte del día: cuando llegamos a casa todavía podremos disfrutar de unas horas de luz en jornadas laborales estándar (de 9:00 a 17:00).
El impacto del cambio de hora en esas jornadas laborales es evidente, pero, ¿qué pasaría si mantuviésemos uno de los dos horarios de forma permanente? Es lo que precisamente proponía un estudio de los Estados Unidos, donde la extensión del país hace que ese impacto sea especialmente llamativo.
La conclusión era contundente: dejar el horario de verano era muy atractivo porque hacía que las horas de luz disponibles por la tarde se ampliaran durante el año para toda la población de forma significativa.
Para muchos compensaría ir al trabajo “de noche” si luego puedes disfrutar de algo de luz cuando sales del trabajo. En España y otros países europeos la combinación del horario de invierno y de los husos horarios tiene impacto directo en la jornada laboral, y como indicaban en El Mundo, ese impacto no es trivial.
No solo eso: producimos menos por el ajuste horario los primeros días (o incluso semanas, hasta 3, afirman ciertos estudios), ya que nuestro cuerpo se tiene que adaptar a ese nuevo ritmo que desde luego afecta de forma distinta a cada persona pero que según los estudios efectivamente tiene un impacto real en nuestra productividad. Eliminar el cambio de hora evitaría esa pérdida de productividad, por ejemplo.
Las ventajas de ese “horario de verano extendido” van más allá. Mucho más. Están por ejemplo los beneficios a nuestro ciclo de sueño, que se ve afectado tras cada cambio de hora. De repente nuestro organismo debe acostumbrarse a acostarse y levantarse en distintas circunstancias, y eso influye en muchos otros apartados de nuestra salud, como reveló un estudio de la Universidad de California en San Diego en 2005.
Esas horas de luz extra de “las tardes veraniegas” también influyen en la actividad de los niños —más parque, menos tablet, para que nos entendamos—, en la de los adultos —hay estudios que revelan que vemos menos televisión durante el horario de verano, el horror para las Netflix del mundo— y, atención, se producen menos robos, ya que los cacos prefieren aprovechar la oscuridad para sus delitos.
Por si fuera poco, también hay estudios que indican que hay un impacto directo en la salud al tener más horas de luz por la tarde. Hay menos ataques al corazón (un 5% según un estudio sueco, un 10% según otro de la Universidad de Alabama), pero también se reduce el número de accidentes y de atropellos. Los peatones podrían respirar mucho más tranquilos.
No está demostrado que con el cambio horario se ahorre energía, que precisamente es uno de los propósitos esenciales del proceso. Este estudio en Australia demostró que el ahorro de electricidad por la noche se compensaba con la demanda creciente de energía por la mañana.
En la prestigiosa Scientific American también revelaban que muchos estudios parecían demostrar que el cambio de hora era algo contraproducente, y que los viejos supuestos de Benjamin Franklin —uno de los primeros en observar que aprovechar las horas de luz favorecía un sistema de cambio de hora— se habían quedado en agua de borrajas.
Esas conclusiones fueron avaladas por un célebre estudio realizado en Indiana por parte de la Universidad de California en Santa Bárbara en el que los investigadores destacaban que “hemos descubierto que los tradicionales argumentos de defensa del cambio de hora son cuestionables, y esta política parece tener el efecto opuesto al que se pretendía”.
Las conclusiones son por tanto obvias. Mucha gente está cansada del cambio horario, y preferirían elegir un horario (aquí el de verano tiene beneficios aparentemente evidentes) y quedarse con él todo el año. El discutible ahorro energético y las ventajas en diversos ámbitos si mantuviésemos esas horas de luz extra por las tardes parecen evidentes.
Ahora queda por ver si los que afirman que el cambio horario es absurdo logran que otros lo vean como tal y se actúe en consecuencia. Puede que la forma en la que concebimos nuestro día a día cambie también en otras cosas, porque por si no lo saben, destruir los husos horarios parece también muy buena idea.
Fuente: Andy Woodruff.