Texto Periódico El Mundo/Panamá.- Pocas personas pueden pronunciar la palabra «guerra» con tanto conocimiento de causa como Jon Lee Anderson. El periodista estadounidense, tan curioso como audaz, ha pasado media vida de conflicto en conflicto, entre soldados, guerrilleros y narcotraficantes, para luego contar en las publicaciones más prestigiosas del planeta sus encuentros con tiranos como Augusto Pinochet, Fidel Castro, Muamar el Gadafi o Hugo Chávez.

Tal currículum le ha valido el título de heredero de Ryszard Kapuscinski. Tanto se ha repetido este elogio que suena a tópico. Pero al escucharlo por enésima vez, el reportero se sonroja, su voz titubea: «Gracias, pero Kapuscinski era un gran maestro y yo sólo soy Jon Lee Anderson».

Ahora, el reportero del New Yorker se ha cansado de cubrir guerras. Desde 2011, ha perdido siete amigos y ha decidido que los tiros ya no le interesan tanto como antes. Eso sí, antes de colgar la libreta de reportero, ha decidido ponerse en la línea de fuego para una última guerra, con un enemigo tan concreto como todopoderoso: Donald Trump.

¿Cómo es ser periodista en la era Trump?

Es vivir en guerra. Él inició el conflicto cuando todavía era candidato e intentó manipular a los medios de las maneras más burdas. Durante la campaña, la mayoría de los periodistas cumplieron con su deber de ser imparciales y lo fiscalizaron como harían con cualquier otro candidato. Pero, desde su llegada a la Casa Blanca, Trump ha arremetido una y otra vez en contra de los pilares de la prensa inteligente, a la que tacha de fake news [noticias falsas] Aunque, por supuesto, luego se contradice al reunirse con sus periodistas y filtrarles noticias, como siempre ha hecho.

Y en el otro bando, ¿quiénes están?

The New York Times y The Washington Post son los que más se acercan a cumplir su misión con rigor y pulcritud. Ellos combaten en esta guerra diciendo que el presidente miente. Ya no se limitan a afirmar que Trump comete errores. Le han declarado la guerra porque su presidencia supone una crisis.

¿Qué crisis?
No se trata de una presidencia cualquiera. Le falta legitimidad: Trump está cuestionado en todos los aspectos, desde la posible complicidad de los rusos en su campaña, hasta sus presuntas faltas éticas en el mundo de los negocios, por no hablar de su comportamiento sexual.

Eso es asumir que los medios perdieron la batalla porque Trump está sentado en la Casa Blanca. ¿Quién es el responsable?

Es una derrota de todos. La sufrió primero el Partido Demócrata, con el agravante del hackeo de sus servidores desde Rusia por cortesía de Wikileaks. Luego fue el Partido Republicano quien se arrodilló y ofreció sus nalgas a Trump. Y también la CNN tiene gran parte de la responsabilidad por dar oxígeno a Trump: emitían sus actos de campaña en directo cuando él quería, sin importar lo que dijera, mientras que Hillary no recibió el mismo trato. No diría que CNN creó la presidencia de Trump, pero casi, casi, casi.

¿Se rindieron a Donald Trump porque ‘vende’?

Fue una tormenta perfecta entre un sector de la información que cada vez depende más de las audiencias y un tipo como Trump que sabe de eso y supo manipular a los medios para llegar a la Casa Blanca.
La charla con Jon Lee Anderson se celebra una mañana de abril a las siete de la mañana. El reportero devora a toda prisa una medialuna con un cortado en el bar del aeropuerto de la Ciudad de Panamá. Su vida es así: un torbellino de pasaportes, maletas y vuelos. Quince días antes, había viajado a Ciudad de México para un reportaje y terminó operado por un desprendimiento de retina. Tras una breve escala en su casa en Inglaterra, siguió hacia Panamá, donde impartió un taller a periodistas, presentó el Premio García Márquez, impartió una conferencia sobre Trump, padeció cenas y almuerzos con embajadores…

Se toma a los medios norteamericanos como referencia…
Ya no…

Por eso mismo, ¿cómo los ve en este mundo de posverdad?

La victoria de Trump y los procesos aledaños, como el Brexit o la utilización de los medios por parte de ISIS, nos demuestran que estamos en una coyuntura nueva. Es increíble que el presidente pueda imponer la agenda mediática mundial con un tuitazo que ni siquiera es correcto gramaticalmente. Eso demuestra el peligro del momento.

¿Y qué pueden hacer los medios?
Debemos pensar bien en lo que estamos haciendo y cómo nos manipulan. Por ejemplo, hace tiempo que siento cierto recelo hacia Wikileaks. En aras de la libertad de expresión, los progres hemos defendido ciegamente cualquier iniciativa que ha provenido de la web, de los medios, de los hackers, para suministrarnos más información. Hemos sido cheerleaders de cualquier cosa subversiva. Pero ojo…

Diga.
¿En aras de qué ha ido todo esto? Nos ha dado a Donald Trump. Hay que tener mucho cuidado con las motivaciones de la gente. Julian Assange nunca fue periodista. Edward Snowden era un espía que robó información y se refugió en Moscú convertido en un héroe para los que creen que en el mundo ha de haber más transparencia. Pero, ¿acaso Assange o Snowden han revelado algo del mundo cerrado?

¿Es así?
Durante tres o cuatro años, resultaba muy difícil defender estos argumentos. Te hacían sonar como un defensor de los gobiernos. Pero mira dónde estamos hoy en día. ¿Quién defiende a Wikileaks? Donald Trump. ¿Quién ayudó a Donald Trump? Wikileaks junto a los servicios de espionaje ruso. Esos no son invenciones, tenemos que mirar las cosas como son, nocomo creemos que son. Ahora los acontecimientos me demuestran que mis recelos tenían un por qué.

Mientras toma su café se acerca un veterano. «¿Se acuerda de mí?», le pregunta. Jon Lee Anderson le borra el entusiasmo de un soplo: «No, la verdad que no». Su fan le saludó el día anterior tras una charla en la Facultad de Comunicación de Ciudad de Panamá. Pero el despiste de Anderson es comprensible: además de impartir su taller, tuvo que acudir a todo tipo de actos públicos en el que le exhibieron como si fuera un trofeo.

Sólo cuando entró en el bar La radio, una cantina de mala muerte en uno de los barrios más pijos de la capital panameña, se sintió relajado. Con una cerveza en la mano y mientras escuchaba salsa, un ritmo que le apasiona, habló de sus andanzas: cómo logró infiltrarse en la guerrilla colombiana, cómo la mano de un cura le permitió pasar desapercibido ante los militares en Liberia y otros tantos cuentos de «su suerte», como él la llama. Y también sobre el futuro.

¿El papel va a desaparecer?

Salvo en la India, donde por su transformación de sociedad rural a industrial están publicando más periódicos en papel de forma transitoria, el proceso está ocurriendo en todo el mundo. Es obvio que vamos hacia la digitalización de la mayoría de los medios: todo estará en una pantalla en unos cuantos años. Yo mismo leo más en pantalla que en papel, pese a que me considere un nostálgico del mundo del papel. Yo recuerdo el olor de los libros, su tacto, y siento que asimilo de una forma distinta la literatura. Incluso creo más en las noticias en papel que en pantalla.

¿Por qué?

Creo que la inmediatez, que es justamente la virtud de internet, nos ha alejado de la posibilidad de cuestionar lo que recibimos. El periódico impreso se convertirá en un producto de nicho. En Inglaterra, The Guardian tiene muchos lectores por el mundo en su web y muchos menos en papel. Y, a medida que va perdiendo dinero, va aumentando su precio, que ahora es dos libras. A veces lo compro y no lo leo, pero lo hago por nostalgia.

La preocupación pasa por cómo afecta a la calidad del periodismo…
Así es. A esta altura no me preocupan demasiados los soportes. A algunos nos siguen gustando los libros y en el metro de Nueva York se ve cómo muchos prefieren un Kindle. Yo todavía sigo cargando de libros, pero es porque soy de otra época.

En su taller resaltó que los españoles no cuentan su propia historia. ¿Por qué?

Eso va cambiando. He visto un cambio de comportamiento a raíz de la recesión en España gracias a una nueva generación de jóvenes que han salido al mundo y viven vidas más independientes. Dejaron la falta de curiosidad intelectual que sufrían antes y, al menos en el mundo del periodismo, se han convertido en un elemento efervescente que tiene futuro. Antes eran muy acomodaticios y no hacían un papel muy bueno.

¿Es el único factor?

Ha ido de la mano de un colapso del modelo de transición democrática, tanto a nivel político como económico. En 2008, los españoles se encontraron con una economía totalmente falsa. Han tenido que aprender a aceptar que vivían en un país con pies de barro. No sé si han aprendido todo, creo que no, como en todos lados, pero al menos se ha ido transformando. Los partidos tradicionales están ahí, pero también surgen unos nuevos como Podemos o Ciudadanos.

¿Cómo ve partidos como Podemos?

Como una respuesta a una democracia que ha tenido una crisis que los ha obligado a mirarse en el espejo y ha dado cabida a nuevos actores, con sus defectos y virtudes.

La entrevista se corta abruptamente: «Comienzan a llamar para embarcar y tengo que pasar el control de seguridad», se excusa el reportero. No es sencillo ser Jon Lee Anderson y su oficio vuelve a reclamarle que se suba a un avión. Al otro lado le espera otro país, con otra historia que contar. Aunque su guerra prioritaria ya no se libra en lejanos países. Ahora el enemigo se encuentra en su propia casa.

Por Raúl Santoprieto-Periódico El Mundo-España
@RaulSantoprieto

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