Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- El 8 de enero de 2016, las autoridades mexicanas detenían a El Chapo Guzmán, jefe del cartel del Sinaloa, una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo, y el hombre más buscado tras la muerte de Osama Bin Laden.

Al mismo tiempo que eso ocurría, el periodista David Beriain y la cadena DMAX estaban preparando un reportaje en profundidad sobre el propio Chapo y el funcionamiento del cartel como parte de la nueva temporada de su programa ‘Clandestino’.

El reportaje siguió adelante y Beriain acabó pasando tres meses dentro del cartel, conociendo su funcionamiento y, sobre todo, cómo se traslada la droga desde la sierra de Sinaloa, al oeste de México, hasta las calles de Estados Unidos, donde el 25% de las drogas consumidas provienen del cartel. Y no sólo eso, sino que los narcos se llevan de vuelta a México unas 2.000 armas ilegales cada día.

“En concreto, a mí, lo que más me interesa es que el narcotráfico es como si coges el capitalismo en su versión más extrema, lo metes en un laboratorio y lo sometes a las condiciones más terribles posibles (que es lo que es un experimento, extremar las condiciones). Es la ley de la oferta y la demanda llevada (al extremo). Es un tipo que dice “mira, yo voy a consumir la droga, me da igual de donde venga, me da igual la trazabilidad que tenga, quién haya muerto por esto, no voy a pensar en esto. Voy a pagar lo que sea y voy a colocarme”. Y en el otro lado está otro tipo que dice “yo voy a venderle a ese tipo la droga, caiga quien caiga”. Sin ningún control, sin ninguna cortapisa. Al final, todo se reduce a eso: ¿sabes lo que cuesta esto, a quién (se mata), merece la pena? Es que es mucho dinero. Ves una vacuidad tremenda, que te solivianta, pero que creo sinceramente que habla de cosas que no tienen que ver sólo con lo que pasa en Sinaloa, sino con el mundo en el que vivimos, donde estamos llegando a eso”.

Para conseguir acceso al corazón de la organización en la sierra de Sinaloa y para poder hablar con algunos de sus miembros, el equipo de Beriain se desplazó a México unos tres-cuatro meses antes de empezar a grabar.

“Si no tienes bendición de los de arriba, siempre puede llegar un momento en el que digan, ¿y éste qué hace aquí? Y ha habido casos en los que, de repente, estás en tu hotel, vienen unos tipos, te “levantan”, te llevan delante de un tipo y éste te pregunta qué cojones pasa, quién eres.

En el mejor de los casos, “lárgate de aquí”; en el peor, pues te pegan una “golpiza” o ha habido a quien hasta lo han matado”, señala Beriain, que recuerda que, en una de las reuniones para preparar el terreno con uno de los jefes del cartel, éste les aseguró que, si incumplían algo de lo que habían pactado, matarían a su contacto local y, probablemente, intentarían también matarlos a ellos.

Han seguido llamándolos cuando estaban de vuelta en Madrid, para recordarles, precisamente, lo que habían pactado en la protección de la identidad de los entrevistados y las cosas que no se podían grabar.

Según afirman miembros del cartel, la organización dispone de unos 15.000 hombres armados que defienden sus intereses por todo México, y controlan la frontera con Estados Unidos entre Tijuana-San Diego y Ciudad Juárez-El Paso. El cartel dispone de sus propias plantaciones de marihuana y amapola en la sierra de Sinaloa, y sus propios “cocineros” convierten la goma de opio extraída de esas amapolas en heroína. También fabrica metanfetamina, de la que pueden producirse hasta 100 kilos en un solo día, con un valor de mercado de unos 8.000 dólares por kilo.

La cocaína es la única droga que el cartel de Sinaloa no produce directamente, sino que la recibe de Colombia y Perú, pero que controla todas las etapas de su transporte hasta Estados Unidos.

David Beriain también acompañó a algunas de las personas que cruzan ilegalmente la frontera llevando las drogas, ya sea por túneles o, directamente, atravesando el desierto (en 2013, las autoridades estadounidenses sólo interceptaron al 16% de quienes intentaban pasar ilegalmente desde México), pero con quienes pasó más tiempo fue con los sicarios y las personas para las que el narcotráfico ya es una forma de vida.

“Tú y yo nos dedicamos a esto. Si tengo un problema contigo te voy a matar a ti, no a toda tu familia. Como no quiero que maten a la mía, tampoco voy a matar a la tuya. No es que no pase, pero se intenta contener. Son códigos que tienen que ver con la lealtad, con la palabra dada, con un sentido bastante antiguo, y perverso al mismo tiempo, de cómo comportarse. Y, luego, la escala. Porque donde en Perú veíamos miles de dólares, aquí veíamos millones como quien no habla de nada. Todo es desproporcionado y todo es excesivo. Vales lo que tienes, hay que tener más y me lo gasto todo”.

Los denominados “narcos junior”, los hijos de los capos, representan ese modo de vida con sus fiestas en lugares inesperados como cementerios, con sus coches de lujo a la última y sus armas.

Es un mundo de hombres, en el que las mujeres son otro objeto más que tener para demostrar que tienes poder, y donde impera la desconfianza ante quienes pueden considerarse “topos” de carteles rivales o hasta agentes encubiertos de la DEA.

Beriain cuenta, por ejemplo, que Pablo García, el investigador que les ayudó a establecer los contactos previos, se encontró un día cenando con El Guano Guzmán, hermano y sucesor del Chapo, y que éste le repetía constantemente, “yo había conocido antes a un español. Era agente de la DEA”.

“Cuando nosotros entrábamos a hablar con ellos, nos preguntaban qué tal en el hotel. ¿Y luego, cuándo han hablado con éste? ¿Les ha ido bien? Nos tenían controlados en todo momento”, detalla el periodista: “Tienen mil “punteros”, que es un tipo con un teléfono que está diciendo “los barbas por la séptima”, “los barbas en el nido”, que es que habíamos vuelto al hotel. O sea, lo controlan todo, y tienen un poder brutal”. Dentro de ese poder está también la lealtad de sus miembros, que en la serie afirman varias veces que ellos obedecen las órdenes del patrón sin pensárselo dos veces (porque si ha dado la orden, es que él ya ha analizado la situación antes), y que darían su vida para protegerlo.

Y esa cultura y ese poder llegan a todos los estamentos de la vida en el estado de Sinaloa. Beriain cuenta una anécdota para explicar hasta dónde llega la influencia de la organización.

“Hay un momento en el que nosotros vamos patrullando por Culiacán sentados en el asiento de atrás con dos tipos encapuchados, con dos Kalashnikov, y nos para la policía. El tipo que está hablando conmigo les apunta a través del cristal. Llega el policía, bajan ellos la ventanilla, ven a dos tipos encapuchados, con dos gringos detrás y dos Kalashnikov, y la conversación es tal que así: “Buenas noches, señores, ¿cómo andan?” – Aquí, trabajando. – Ah, bueno. Pues nada, continúen”. Y yo pregunto, “¿qué ha pasado?” Y me dicen, “señor periodista, aquí todo el mundo está comprado, aquí todo el mundo trabajamos para los mismos, aquí nadie se quiere morir”. Ese policía, ¿qué va a hacer? Si el que está pringado es su jefe y el gobernador, muchas veces, prácticamente es inviable pensar que no tenga el apoyo del cartel. Ese mindundi piensa, “¿me voy a morir? Pero si no va a cambiar nada.” Ellos te dicen que políticos, policías, aquí no somos “namás” nosotros, aquí todo el mundo está metido”.

Todas las armas que tiene el cartel de Sinaloa vienen de Estados Unidos. 2.000 armas ilegales cruzan todos los días la frontera de Estados Unidos a México. El 85% de las armas que hay en México son ilegales y son americanas.

El 60% de las armas que tienen los carteles mexicanos vienen de un solo estado, Texas, apunta el periodista, que explica que esas armas se compran de forma legal en Estados Unidos, luego se denuncian como robadas o perdidas y se pasan a México, a menudo, por las mismas personas que, en el viaje de ida, han transportado droga.

Y la vuelta la completan sin ningún problema. “Piensa que un M16, que vale 350 dólares en un lado, se puede multiplicar por cinco o por diez, el valor al otro lado de la frontera. Y no hay ningún control. Te pegas horas para subir de México a Estados Unidos, unas colas en Tijuana… Y luego, vemos como un coche sube con droga y baja con las armas. Y todo el control que hay hacia arriba, para abajo ni paran”, señala Beriain.

¿Cambiará algo de esta situación si Donald Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos, cumple su promesa de construir un muro que separe ambos países? David Beriain confiesa que, después de ver ese tráfico de armas, se le ocurrió pensar que “a lo mejor, los que quieren hacer el muro son los mexicanos”, y añade:

“Porque hay muchísimo control para evitar que la droga suba, pero la droga sube igual. No ha tenido nunca ningún problema de desabastecimiento el mercado de droga estadounidense.

Pero esa misma vía que sirve para subir la droga, sirve, a veces por la misma gente, para bajar las armas. Armas que vienen de Estados Unidos. ¿Qué pasa? Los americanos pueden decir que estos cabrones mexicanos vienen a traernos aquí crimen y drogas. Las drogas las venden los mexicanos, y las compran los americanos, y se matan con las armas que les mandan los americanos”.

https://youtu.be/qnCSA1vr9fE

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