Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Durante su primer año en la universidad, una mañana Jasmine Sun recibió un mensaje de texto de su madre que decía: “¿No tienes clase ahora? ¿Por qué estás en tu cuarto?”
Su madre, Joan Chen, vive en el área de Seattle (EE. UU.) y se había dado cuenta de que el cursor de ubicación de su hija en Life360, el servicio de ubicación compartida con el que los miembros de una familia pueden seguirse unos a otros, todavía estaba en su cuarto en la Universidad de Stanford (EE. UU.). Como muchos estudiantes universitarios, ese día Jasmine se había quedado dormida y no ha ido a clase, algo que no quería que su madre supiera.
Al recordar ese momento desde su cuarto actual en la Universidad de Oxford (Reino Unido), la joven se lamenta: “A mi madre le encantaba Life360. Pero yo no podía elegir qué quería compartir y qué no“.
Ahora su familia tiene una manera de compartir lo que quiere cuando quiere. En noviembre, Jasmine sugirió delicadamente a su madre y a su hermana adolescente, que todavía vivía en casa, que se descargaran una aplicación que acababa de anunciar su lanzamiento en Twitter. Se trataba de Cocoon, creada por los antiguos empleados de Facebook Alex Cornell y Sachin Monga.
En general, Cocoon se parece mucho a Facebook: conecta a las personas en el espacio virtual. La diferencia consiste en que solo conecta a los miembros de una familia en grupos pequeños y específicos. Es como una fuente de actualizaciones de los miembros de la familia: un hermano avisa de que en su vuelo de trabajo ya ha aterrizado, un vídeo de la sobrina aprendiendo a caminar, la ubicación del primo que viaja por Europa, todo conectado mediante este servicio de mensajería que intercambia conversaciones de forma restringida a los miembros de ese grupo (el máximo actual es de 12 personas). “No se trata de transmitir necesariamente lo más destacado ni de crear una identidad u obtener un estatus. Este espacio es solo para estas personas. No existe una gran red”, explica Monga.
Cocoon forma parte de la nueva ola de aplicaciones cuyo objetivo consiste en cambiar nuestra forma de interactuar en las redes sociales. Estas nuevas plataformas no nos animan a acumular me gusta ni seguidores, ni requieren la creación diligente de una presencia online. En lugar de eso, nos ofrecen la posibilidad de conectarnos con un grupo pequeño y selecto de personas, y eso es todo.
Las aplicaciones como Dex, creada por Kevin Sun, suelen utilizar un antiguo software de gestión de relaciones con clientes (CRM, por sus siglas en inglés). Los CRM son fiables y flexibles, y similares a una hoja de cálculo de Excel. Se usan para registrar el nombre de un contacto junto a otra información relevante, como su fecha de cumpleaños, preferencias y pasiones. Su creador, cuya web promete “ofrecer superpoderes en las relaciones”, admite: “Yo era una de esas personas que tenía una hoja de Excel para mis amigos y relaciones personales”.
Otra opción es Monaru, creada por tres estudiantes irlandeses que se sintieron desvinculados cuando llegaron a EE. UU. al terminar la universidad. Su aplicación incorpora un asistente virtual que ayuda a los usuarios a recordar cumpleaños con recordatorios para comprar regalos o llamar a un pariente. Su cofundador, Patrick Finlay, también usaba Excel para organizar sus recordatorios para llamar a sus seres queridos, pero se dio cuenta de que entrelazar su vida personal y la profesional le resultaba “raro”. En cambio, Monaru, con una tarifa de pago, envía recordatorios esporádicos cuando detecta que no hemos llamado a un amigo cercano o un ser querido.
Pero igual que Dex y Monaru intentan redefinir el CRM, Cocoon aspira a redefinir las redes sociales, una tarea mucho mayor.
Errores de novato
El modelo actual de las redes sociales no resulta adecuado para compartir cosas en familia. Las diferentes generaciones tienden a congregarse en distintos plataformas: Facebook es el paraíso de los baby boomers, Instagram atrae a los millennials, TikTok es clave para la Generación Z. (WhatsApp ha ayudado a cerrar esta brecha generacional, pero su enfoque en la mensajería es limitado).
Informar a la familia sobre las vacaciones a través de estas plataformas no siempre resulta apropiado. ¿Es información que también deberían tener nuestros antiguos compañeros del colegio, ese conocido del club de lectura y nuestro gran enemigo del instituto? “Las redes sociales tratan a todos por igual, da igual que sea un amigo, un miembro de la familia, o un simple conocido”, destaca la profesora de desarrollo humano y ciencias de la familia de la Universidad de Texas (EE. UU.) que asesoró a Cocoon, Courtney Walsh. Y añade: “Yo diría que lo que estamos haciendo en redes sociales es impersonal”.
Esto es justo lo que Cocoon quiere cambiar. Lanzado el pasado Día de Acción de Gracias, durante su primera semana acumuló más de 10.000 usuarios de 163 países, afirma Monga. Todo lo que se publica se queda dentro del grupo. La aplicación tiene su propio mundo en pequeño: se introduce la pantalla de inicio, que saluda a los usuarios con actualizaciones desde la última vez que iniciaron sesión; las posibilidades de mensajería incluyen distintos temas para ayudar a mantener las conversaciones de grupo. Las fotos, vídeos y enlaces se comparten en una “caja fuerte” a la que todos los miembros pueden acceder.
Cornell detalla: “No calculamos el tiempo que se pasa con la aplicación, que es un objetivo bastante común para optimizarla porque es algo que no nos importa. Lo importante es poder entrar y querer conectarse de esta manera. Quiero que [los usuarios] tengan una sensación cálida y relajada, frente a la ansiedad paralizante de iniciar sesión en Twitter”.
El desarrollador de software de Washington (EE. UU.) Conor Muirhead descubrió Cocoon a través de una conversación en su lugar de trabajo, y despertó su interés. Se opone moralmente al uso de productos de Facebook debido a sus prácticas con los datos (aunque usa WhatsApp a regañadientes para mantenerse en contacto con su familia, que incluye a su padre Jim, que vive en Canadá). Su esposa y él adoptaron recientemente a una niña y querían un lugar seguro para compartir fotos de ella con la familia. Muirhead recuerda: “No compartiríamos fotos ni vídeos [de otra manera. Queremos que nuestra familia vea las cosas bonitas que hace”.
Dudaba en descargar otra aplicación más, pero estaba intrigado por la promesa de Cocoon de que no vendería su información privada a un tercero. Aunque de momento es gratis, Monga y Cornell afirman que con el tiempo tienen la intención de rentabilizar la aplicación a través de suscripciones, pero no de anuncios. Muirhead añade: “Su idea de crear un lugar privado, protegido y seguro parecía convincente”.
Esa privacidad es lo que Jasmine y Joan necesitaban. Ahora, Jasmine puede compartir su ubicación en la ciudad en lugar de sus coordenadas GPS. La joven afirma: “Creo que [el hecho de no compartir la ubicación exacta] nos acerca más. Crea más igualdad”.
La profesora asociada de cultura y medios en la New School y autora de The End of Forgetting: Growing Up With Social Media, Kate Eichhorn, tiene un nombre para esta segunda ola de redes sociales posteriores a Facebook: microrredes. En su opinión, es natural que los errores a la hora de tratar los datos de la última década hayan generado un deseo de tener redes más pequeñas y mejor definidas. De hecho, los jóvenes ya crean sus propias versiones a través de aplicaciones actuales de las redes sociales. La experta continúa: “Los preadolescentes y adolescentes son muy conscientes de la gestión de la reputación. Ya están creando microcomunidades en Facebook e Instagram. Están buscando otros lugares para hacerlo”.
El éxito final de las aplicaciones como Cocoon dependerá de cómo reaccionen los usuarios ante la estructura comercial de suscripción. Eichhorn tiene interés en ver qué pasará, tras casi dos décadas de redes sociales gratuitas accesibles para cualquiera que esté dispuesto a entregar sus datos personales. La gente no está acostumbrada a pagar. La experta se pregunta: “¿Están las personas suficientemente preocupadas por la privacidad como para dejar de lado la idea de que estas plataformas deberían ser gratuitas? ¿Se suscribirán para recuperar su privacidad?”
La otra gran pregunta es: ¿funcionará? ¿Conseguirá una aplicación hacernos sentir más cerca de nuestra familia? Las dos familias con las que hablé para este artículo sentían que el tipo de contenido que publican en esta aplicación es más abierto y honesto que el que publican en Instagram o Facebook.
Jasmine se dio cuenta de que podía publicar una foto tomada rápidamente, incluso una que no se viera bien del todo, algo que jamás haría en Instagram. La joven detalla: “[En Instagram] hay normas”, y reconoce que a veces usa “finsta” (una cuenta falsa de Instagram) para sus amigos más cercanos.
La psicóloga clínica y experta en amistad Miriam Kirmayer detalla: “La confianza fomenta la autenticidad. Es mucho más fácil compartir las partes menos organizadas de nuestras vidas cuando nos sentimos aceptados por lo que realmente somos y tenemos menos miedo a las opiniones y al rechazo”.
Cocoon es una nueva aplicación y, de momento, su masa de usuarios es pequeña, lo que implica que todavía tiene algunos defectos. Los mensajes no siempre funcionan muy bien: el chat publica las fotos sobre el texto, algo que no gustó a la familia Muirhead durante la reciente emergencia médica del papá Jim. La familia se sintió tan frustrada y molesta por esa superposición que simplemente pasaron a WhatsApp.
Aun así, estas nuevas microrredes y el control que ofrecen podrían redefinir nuestra forma de pensar y usar las redes sociales en la próxima década, ya sea con Cocoon o con otra aplicación que la siga. Eichhorn concluye: “En el mundo de la tecnología, las personas se equivocan y se queman rápidamente, pero la idea de estas microcomunidades controladas es algo que persistirá“.