The Exodo/Por Luis Carlos Rodríguez González/Ciudad de México.- “Violentos”, “Flojos”, “Arribistas”, “Delincuentes”, “Violadores”, “Portadores de Enfermedades”, Narcotraficantes” y hasta “Pederastas”, son sólo algunos de los calificativos que utilizan muchos usuarios de las redes sociales y en conversaciones privadas para referirse a los migrantes.
No. No se trata de estadunidenses anglosajones de Florida, Arizona, Massachusetts, Minnesota, Dakota del Sur o New Jersey considerados de los estados más racistas. Tampoco se trata de grupos supremacistas como Ku Klux Klan o Minuteman Project, dedicados a “cazar” literalmente migrantes mexicanos y centroamericanos en la frontera con Estados Unidos.
O bien la llamada “Patrulla de la Frontera Americana” que es un grupo antinmigrante y uno de los más virulentos que cree que “los mexicanos somos un “cáncer cultural” que busca retomar el sur de los Estados Unidos que alguna vez perteneció a México, a través de lo que él denomina el “Plan de Aztlán”.
Las frases tampoco son, en esta ocasión, autoría de Donald Trump, que si bien ha llamado en ocasiones “bad man” a los migrantes mexicanos y también narcotraficantes y violadores en tiempos de campaña, para recolectar votos y para buscar financiar su muro fronterizo.
No. Esos calificativos son de mexicanos, lo mismo de Chiapas, que de Tijuana, de Sonora, que de la Ciudad de México, de Monterrey o de Veracruz o de cualquier otro estado.
Es el peligroso tufo del racismo, del aire antinmigrante que empieza a permear en algunos sectores de la población y que quieren achacar todos los males del país a un grupo de migrantes que busca cruzar por el territorio para llegar a Estados Unidos.
Al menos una de cada cuatro personas en México considera que cualquier tipo de extranjero que llega al país lo perjudica, de acuerdo con los resultados de la encuesta de migración del Centro de Estudio Sociales y Opinión Pública de la Cámara de Diputados (Cesop) de mayo de 2018.
Fuertes debates se han dado en las redes sociales ante el éxodo de más de 6 mil hondureños que han cruzado o intentan cruzar la frontera con México. Incluso con fotografías manipuladas de agentes federales supuestamente heridos, con lo que se busca azuzar a la población a repudiar a los migrantes.
“Increíble que acepten a más gente cuando la situación del país no es nada alentadora y lo peor de todo es que a veces obtienen mejores empleos que los mexicanos profundamente lamentable que los dejen quedarse”, señala una usuaria en Facebook ante una nota sobre el éxodo de hondureños.
Otros con insultos, incluso con llamados a peligrosos a violentar a los migrantes. Cuando algunos de los usuarios en estos debates defendían el paso de los hondureños por México algunas de las respuestas eran como las siguientes: “Ya te quiero ver cuando seas asaltada por uno de ellos o peor un que ellos provoquen una muerte a ti o a tu familia”.
“México es un país racista y seguirá siéndolo mientras se crea mestizo, pues el origen de su propensión a discriminar surge de la idea de que nos debemos mezclar”, señala el profesor Federico Navarrete, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
Añade que a diferencia de lo que pasa en EU o Europa, donde el racismo se ejerce en el ámbito público y se ha expresado a través de la esclavitud o leyes brutales, en México éste se practica de manera soterrada, en la esfera de lo privado, y ello lo invisibiliza.
“Una de las características de nuestro racismo es que es social y particular, infligido por personas y grupos contra otros individuos y colectivos en vez de que lo ejerza el Estado o la ley, como en otras naciones. Que en la Unión Americana sea tan tangible ha provocado reacciones en su contra y el surgimiento —desde hace más de medio siglo— de movimientos antirracistas”.
En contraste, como en México es privado y poco visible, no ha habido reacciones públicas equivalentes, lo que sugiere un inconveniente: nuestro racismo es más cerrado y menos evidente que el de otros países y, por ello, es más difícil de combatir.
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