Texto Periódico El Mundo/Madrid.- Invocar a la atmósfera es una mala señal. Es como mirar al cielo para suplicar la lluvia, porque hay cosas que no están en nuestras manos. Quienes miraban al cielo eran los futbolistas del Madrid. El primero, su capitán. Sergio Ramos pidió la escenografía de una final, después de un ejercicio de soberbia, al provocar una tarjeta consensuada con Solari, o eso dijo, porque poco había que temer del Ajax. Cómo castiga el fútbol a quienes saben tanto de fútbol. No estarían de más algunos socráticos. Entre aquel momento y el actual apenas ha transcurrido un mes, tiempo en el que el Madrid se ha descompuesto, licuado el ‘efecto Solari’, para dejar de ser ese equipo que doma al destino y entregarse a su designios, incluso a sus caprichos.
El azar puede determinar una derrota, pero no una tendencia perdedora como la mostrada por este Madrid donde todo parece una caricatura: los jugadores que más ganan no juegan, los que corren se lesionan y lloran, los balones van al palo, el capitán lo filma todo desde el palco de las vanidades y el público se va antes del final. Eliminado el campeón en los octavos de la Champions por primera vez desde 2010, empieza una catarsis que puede afectar a todos, entrenador y jugadores. A todos menos a quien decide: el presidente.
La atmósfera no falló. Nunca lo hace. El autocar fue recibido como si el Madrid acometiera una gesta, cuando sólo debía defender un resultado a su favor: sin jugar, estaba clasificado. La gesta era, en realidad, combatirse a sí mismo. Inyectado por el escenario, partió el equipo con una sobredosis de adrenalina, borracho de emociones que no podía digerir. Lo perseguía todo, lo peleaba todo, en el intento de marcar el terreno frente a un rival talentoso pero joven. Hace años, el miedo escénico era un arma poderosa para el Madrid. En el fútbol actual, y en el entorno Champions, su influencia es relativa. De Jong tiene 21 años y arrobas de fútbol, y la impresión es que cuanto más grande sea el escenario, más le estimula. El futuro jugador del Barcelona hizo un partido de doctorado.
El Ajax es un equipo de jóvenes que saben que donde pueden cambiar su vida es en lugares como el Bernabéu. Ha sucedido otras veces. La última, en el 95, cuando otro Ajax eliminó al Madrid de Valdano en este mismo estadio, donde, hoy, la frustración pesa más que la indignación. Es lógico. Recibieron mucho de esta generación, cuatro Champions. Les aguarda un techo de lujo para el Bernabéu, pero sueñan con un equipo que les devuelva el único lujo que les interesa. Es la gloria, no el dinero.
El equipo holandés se sostuvo unos minutos sin la pelota, tiempo en el que Varane cabeceó al palo, porque los bocados del Madrid no le permitían encontrarla. Prácticamente, la primera vez que lo hizo y la pudo mover, descubrió uno de los males del Madrid. Kroos tuvo un error infantil, en la línea de su mal momento, Casemiro no replegó a tiempo y Tadic aprovechó para progresar y ceder a Zyech, que definió en llegada, con todo el arco de frente.
La acción señalaba los agujeros negros del Madrid y un peligro: Tadic. El serbio iba a crecer durante el partido hasta mostrarse como un jugador de una jerarquía descubierta en el Bernabéu, siempre con buenas decisiones en el ataque, incluso con acciones preciosistas, como una ‘ruleta’ camino del segundo gol. A los 30 años, no es un joven. Ha desarrollado toda su carrera profesional en Holanda, pero en pocos lugares se habrá sentido como anoche, en Chamartín. Cuando ni los actores blancos, ni el escenario se había podido recuperar del ‘shock’ del primer tanto, Tadic volvió a ser torero en los tres cuartos para habilitar a Neres, en diagonal en el área. El brasileño elevó por encima de Courtois a sangre fría. Lo mejor del serbio, sin embargo, estaba por llegar. Sería la sentencia definitiva, un lanzamiento potente y colocado después de una jugada coral, ya en el segundo tiempo. La acción empezó en una polémica, en un balón que pudo salir del terreno de juego, pero que ni siquiera el VAR fue capaz de verificar. Es lo menos. La feria no está para excusas.
En menos de una hora, el Ajax había logrado poner la eliminatoria a su favor. Pasado ese tiempo, la mataría por dos veces, primero por medio de Tadic y luego gracias a Schöne, apenas dos minutos después de que Asensio, con un remate a la red y tiempo por delante, invocara el espíritu de las remontadas. Fue un espejismo. Había dicho Ten Hag que sus futbolistas serían valientes y que la defensa del Madrid hacía aguas sin Sergio Ramos. Es difícil decir en qué estuvo el técnico más acertado.
Como si el Madrid hubiera perdido su flor en la Champions, no sólo tuvo en su contra a la tecnología, también a los elementos. Varane y Bale varearon los palos y las lesiones condicionaron al equipo y a Solari. Lucas Vázquez y Vinicius, la energía y la esperanza, dejaron el campo a la media hora. Sin el corazón de Sergio Ramos, al Madrid le quedaba la brújula: Modric. El croata se vacío, pero no sirvió de nada. Lo había dicho en la vigilia: el Madrid tenía cosas que ahora no tiene, los goles de Cristiano que nadie ha podido volver a reunir. La pérdida de la eficacia ha sido para el Madrid como la pérdida de la virilidad, que ha hecho germinar todas las inseguridades hasta ahogarlo en su propia sangre. La responsabilidad no es sólo de quienes están en el banquillo o en el verde.
El Real Madrid se despereza con dificultad en su mañana más dura de los últimos nueve años. El triple batacazo en el Bernabéu, la triple eliminación en todas las competiciones, ha dejado en shock al club blanco. Incluso los más pesimistas, los que barruntaban hace una semana que algo así podía pasar, reconocen que el golpe ha sido excesivo, sobre todo lo del martes ante el Ajax. Esa goleada es ya una de las manchas más negras en los 117 años que hoy precisamente cumple la entidad.
Vestuario, banquillo y directiva se palpan las heridas y responsabilidades. Antes de mirar al futuro, a los necesarios cambios en la plantilla, hay una decisión más urgente que tomar. ¿Debe seguir Solari hasta final de temporada o hay que despedirlo? El argentino ha dilapidado su crédito en estas tres derrotas consecutivas ante el Barça y en Ajax, unida a la anterior contra el Girona. Sin Copa, a 12 puntos del líder en la Liga y KO en Europa, garantizar la clasificación para la Champions, más allá de quedar lo más arriba posible en la tabla, es el escaso incentivo que tiene el Madrid en los próximos dos meses y medio que le restan de calendario liguero.
Confiados en el pase a cuartos tras el 1-2, no había preparado un plan de contingencia respecto al técnico ante semejante varapalo. Ahora es el momento de decidir si se prefiere que sea el argentino quien aguante este trance hasta el 17 de mayo, última jornada de Liga, o si las brechas del vestuario indican que es necesario un nuevo cambio en el banquillo.
El impulso inmediato de varios directivos era el de pedir la cabeza de Solari, al que afean los planteamientos de la última semana y el ostracismos de algunos jugadores, sobre todo Isco (en la grada el martes). También se le reclama que no retocara el centro del campo tras comprobar en Amsterdam el poderío en esa zona del Ajax. La gestión de la autosanción de Ramos también genera debate.
Los pulsos del entrenador con figuras del plantel pierden fuerza ahora tras el adiós a todos los títulos, convencidas todas las partes de que en junio vendrá otro dueño del banquillo. El problema para el club es encontrar una solución en estos momentos, un técnico para cumplir dignamente con el calendario liguero. ¿Podrá Solari con ello? Las cuatro derrotas en los últimos cinco partidos no le ayudan, y un nuevo tropiezo más, el domingo en Valladolid, confirmaría que el equipo ha entrado en barrena.
Pero dar con un relevo no es sencillo, porque los nombres más sonoros que están libres en el mercado, Mourinho y Conte, reclamarían un contrato de larga duración, no un simple trabajo temporal hasta fin de curso. El italiano, cuando fue despedido Lopetegui, ya exigió eso. Y las soluciones interinas de la cantera ya están agotadas, con nombres ilustres aún en proceso de formación (Raúl o Xabi Alonso). Michel está libre.