Por Raúl Caraveo/Ciudad de México.- La irrupción en el escenario político nacional de Morena en alianza con el PT y PVEM y el triunfo de López Obrador en 2018 han traído una serie de cambios impensables hace apenas unos años antes. El oportunismo político es uno de ellos, gobernadores que antes de terminar sus períodos se ofrecen y venden sus favores para comprar impunidad es uno de ellos; pero este fenómeno también se repite a nivel local, de diputaciones, senadurías, en fin; en todo vale la camaleónica adaptación de un personaje que por mantener su posición acepta ser intercambiada su “ideología”, sus “principios” –si alguna vez los tuvo. En fin, esa es una parte del problema. La otra parte del problema es que los victoriosos gobernadores y/o funcionarios del equipo victorioso, piel morena, crean en los advenedizos oportunistas, así vemos hoy oficinas de gobierno plagadas de personajes que veinte minutos antes despotricaban en contra de AMLO, de la Cuarta Transformación, de todo lo que representara el obradorismo; es una realidad que se enfundan un chaleco y por arte de magia se sienten bautizados por estar del lado correcto de la historia.
Del lado de los ciudadanos comprometidos con los principios del obradorismo se percibe un desánimo producto de la espera prolongada a que “se abran las puertas”, mientras lo que ocurre es cada vez mayor una tránsfuga de los panistas, priistas, funcionarios, congresistas de todos los colores hacia la nueva Arca de Noé que representa la Cuarta Transformación.
El problema no es delicado –por ahora- pero se convertirá en determinante en la parte de las campañas oficiales y el día del voto, el 2 de junio de 2024, podrá inclinar la balanza. Para esas fechas el presidente Andrés Manuel López Obrador no parecerá en las boletas electorales, si hace campaña formal o informalmente se haría determinante en cuanto al candidato o candidata a la presidencia, si su candidato o candidata ganará sin duda, pero, los otros puestos de elección popular no estarán en la misma sintonía.
La falta de cuidado, reconocimiento y apoyo a los cuadros políticos jóvenes y maduros dentro del movimiento de la Cuarta Transformación, dentro del morenismo, dentro del obradorismo, es un tema que está en todas las voces del basamento ciudadano, en algunos lugares es mayor como en Quintana Roo, y no es un buen augurio. Hace unos días conversando con personalidades significativas, importantes de la política de Quintana Roo, todas me mencionaron lo mismo, con sus palabras y en diferentes conversaciones de diferentes ámbitos; “no abren las puertas”.
Gobernar con los mismos que gobernaron y mal administraron es una pésima lección y muy mal augurio.