Agencias/Estambul.- Las autoridades de Turquía han elevado a 41 las víctimas mortales (de las que 37 han sido identificadas) del atentado perpetrado la víspera por tres suicidas en el aeropuerto Atatürk de Estambul.
Según el último balance difundido por la oficina del gobernador precisó que 10 muertos son extranjeros, otros tres tenían doble nacionalidad— además de la turca— y 23 son originarios de Turquía.
Mientras que de las 239 personas que resultaron heridas, 109 ya han sido dados de alta, según ese balance.
Las víctimas son de Arabia Saudí (5), Irak (2), China (1), Jordania (1), Túnez (1), Uzbekistán (1), Irán y Ucrania (1), según el instituto forense turco citado por la BBC.
Ningún grupo ha asumido el atentado pero el Gobierno turco tiene l ISIS como el principal sospechoso.
“Todos los indicios apuntan al Daesh”, ha dicho el primer ministro refiriéndose al ISIS por el acrónimo con el que es conocido en la región.
El ataque supone un duro golpe al sexto mercado turístico del mundo, que se ha visto gravemente afectado por una serie de atentados, perpetrados por el ISIS y por kurdos en los últimos meses.
Este sería el último ataque de una larga serie con las que tanto los yihadistas del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) como los milicianos nacionalistas kurdos de varios grupos armados han provocado más de 250 muertos durante el último año en el país.
Turquía, uno de los más importantes miembros de la OTAN, ha pasado de ser un oasis de paz en medio del caos de Oriente Próximo a sucumbir a las tensiones que azotan la zona.
El golpe a la terminal internacional del aeropuerto de Atatürk busca “dañar la economía turca golpeando el aeropuerto con vistas a los meses de verano, cuando el turismo sube”, opina Ege Seckin, analista de la empresa de análisis estratégico IHS Country Risk. De forma similar opinó para CNN Soner Çagaptay, director del programa de investigación en Turquía del Washington Institute: “Este ataque perjudicará la economía turística turca […] retando seriamente la idea de que Turquía es un país de visita seguro”.
El sector turístico, cuyas ganancias supusieron el 5% del PIB turco en 2015, está en sus horas más bajas desde 1990. La cifra de turistas ha caído un 23% en los primeros cinco meses de este año, según las estadísticas gubernamentales. Los expertos atribuyen el descenso a dos factores principalmente: la cadena de atentados terroristas que sufre Turquía desde el verano pasado – además del IS, militantes kurdos también han amenazado a los turistas – y las consecuencias del derribo, hace siete meses, del caza ruso ‘Su24’.
Rusia le importa a Ankara porque le proporciona el segundo mayor flujo de turistas. La ruptura con Moscú se evidenció cuando los rusos ordenaron cancelar todos los paquetes turísticos a suelo turco. Las llegadas rusas cayeron hasta poco más de 41.000 el mayo pasado, un 92% menos comparado con el mayo previo. Los empresarios se echaban las manos a la cabeza previniendo pérdidas de casi 14.000 millones de euros. Pero este lunes, sorpresivamente, Turquía se reconcilió con Rusia e Israel, con quien había roto en 2010.
Tras el perdón del lunes del Presidente turco Recep Tayyip Erdogan a las familias del piloto muerto al abatir el avión, Vladimir Putin transmitió sus condolencias y condena del ataque del aeropuerto, en una llamada telefónica con su homólogo turco. Según la Presidencia, durante una conversación “positiva y productiva”, ambos líderes enfatizaron la necesidad de recuperar los lazos perdidos y de combatir al terrorismo. Pero el atentado de este martes demuestra que Turquía tiene una asignatura pendiente en casa, si quiere ganarse al turista.
“La semiautónoma y no jerárquica naturaleza de las células del Estado Islámico en Turquía dificulta la prevención de sus ataques por parte de las fuerzas de seguridad”, subraya Ege Seckin. Es en línea de esta disposición, se cree, que el IS no reivindique sus atentados, ya que a la par sirve para generar tensiones en la sociedad. Especialmente entre los kurdos e izquierdistas opositores al gobierno islamista turco, víctimas de la mayoría de ataques de 2015, incluido el mayor de la historia turca, con 109 muertos.
Es por eso que una pátina de desconfianza volvió a cubrir la reacción del Ejecutivo y de las fuerzas de seguridad a ojos de sus críticos, para quienes no bastan las redadas de los últimos meses contra células del IS. El motivo de tanta sospecha fue una información que publicó el canal CNN Türk. El medio aseguró que hacía aproximadamente 20 días un informe de la Inteligencia turca advertía de la posibilidad de un atentado terrorista, entre otros lugares, en el aeropuerto de Atatürk.
Quienes denuncian que, hace un año, yihadistas rezaban en plegarias colectivas justo a las afueras de Estambul, hoy siguen acusando al gobernante AKP de haber actuado durante años con condescendencia con los grupos islamistas nacidos al calor de la guerra de Siria. El IS también es, en parte, hijo de este magma. El mismo IS, en sus boletines de propaganda, se vanagloria de contar con unidades operativas encubiertas dentro de Turquía, tradicional puerta de entrada a su ‘califato’ en Siria e Irak.
El aeródromo ha empezado a recuperar los vuelos y diversos Gobiernos han actualizado sus recomendaciones de viaje para aquellos que tienen previsto desplazarse a Turquía.
“Entró uno por esta puerta” narró en el aeródromo un guardia de seguridad privada que declina ser identificado: “Empezó a disparar”, añade señalando los orificios de bala en la acristalada fachada del piso por el que se accede al área de llegadas de la terminal de vuelos internacionales. “Pero nuestros compañeros no pudieron hacer nada porque no vamos armados”.
La policía había ubicado a dos sospechosos junto a la planta desde la que se accede a la zona de llegadas de la terminal internacional. Se disponían a intentar pasar el control de seguridad que da acceso al edificio y, según explicó una fuente del Ministerio de Interior, uno de ellos abrió fuego con un Kaláshnikov, a lo que los agentes respondieron con disparos para tratar de “neutralizarlos”. Entonces, uno de los sospechosos activó la carga explosiva que portaba.