Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Este pasado verano, durante unas obras en el castillo de Leine en Niedersachsen, Alemania, se hizo un inesperado y macabro descubrimiento: un esqueleto humano antiguo. Aquí fue precisamente la última vez donde el conde sueco Felipe Christoph de Königsmarck fue visto antes de su misteriosa desaparición hace 322 años.

Ello ha conducido al inicio de una investigación forense para intentar contestar a una pregunta evidente: ¿son el difunto y el desaparecido la misma persona? De ser así, todo apuntaría a un asesinato, para el cual hay un claro sospechoso: el rey Jorge I de Gran Bretaña, marido de Sofía Dorotea de Brunswick-Luneburgo (conocida también como Sofía de Celle), la cual fue, según muchos indicios y en opinión de bastante gente de la época y lugar, amante de este conde sueco, Felipe Christoph de Königsmarck.

El conde de 29 años desapareció después de una visita nocturna a la princesa Sofía Dorotea, su amante. Por desgracia, ella estaba casada con Georg Ludwig, Elector de Hannover, quien más tarde ascendería a rey al ser coronado como Jorge I de Gran Bretaña.

Sofía Dorotea se casó con Georg Ludwig por razones políticas con 16 años. Fue un matrimonio infeliz y Georg Ludwig y sus padres eran fríos con ella. En el verano de 1694, Sofía Dorotea y Felipe Christoph planearon fugarse. Pero una persona de su entorno les delató.

Esta persona fue probablemente una “amiga” de ambos, la condesa Clara Elisabeth von Platen. La aventura amorosa salió a la luz y generó un gran escándalo. Felipe Christoph de Königsmarck desapareció. Mucha gente sospechó que Georg Ludwig había hecho matar al conde, pero el cadáver jamás fue descubierto.

Sofía Dorotea sufrió la ira de su marido y fue enviada por este al exilio. A la desaparición y probable muerte del hombre que amaba se le sumó el tener que pasar el resto de su vida en el castillo de Ahlden, en Luneburgo.

A la izquierda, retrato de Felipe Christoph de Königsmarck, de autoría y fecha desconocidas. A la derecha, retrato de Sofía Dorotea pintado alrededor de 1691 y atribuido a Jacques Vaillant. (Fuente: Wikimedia)
A la izquierda, retrato de Felipe Christoph de Königsmarck, de autoría y fecha desconocidas. A la derecha, retrato de Sofía Dorotea pintado alrededor de 1691 y atribuido a Jacques Vaillant. (Fuente: Wikimedia)

Los huesos y los tejidos que se encontraron este verano han sido examinados por médicos, pero la causa de la muerte no pudo ser determinada. Sin embargo, el ADN de los huesos puede ser ahora comparado con el de parientes vivos de Felipe Christoph de Königsmarck.

Una misteriosa desaparición de hace 322 años podría estar finalmente a punto de revelarse como un asesinato más allá de toda duda, y de este modo puede que la verdad salga por fin a la luz, después de permanecer silenciada durante más de tres siglos.

Entretanto, el equipo de Håkan Håkansson, de la Universidad de Lund en Suecia, está reconstruyendo la peligrosa historia de amor entre Felipe Christoph y Sofía Dorotea a través de las cartas de amor que se escribieron, conservadas actualmente en la Biblioteca Universitaria. Algunas de las cartas que se enviaron están escritas en un código secreto.

“Supongo que necesitaban un lenguaje secreto para ocultar toda la información delicada. Debieron tener a alguien de confianza para entregar las cartas. Después de todo, era una aventura amorosa ilícita y acabó muy mal”, razona Håkansson.

Fuente: Universidad Lund.

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