Una gruesa línea roja atraviesa la superficie de la Tierra: la franja de riesgo de un posible impacto por asteroide, calculada a partir de su trayectoria observada en el espacio

Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Aunque conocido sobre todo por estudiar las estrellas y cartografiar la Vía Láctea en tres dimensiones, el satélite Gaia de la ESA tiene mucho más que ofrecer. Por ejemplo, nos permite comprender mejor los asteroides que pueblan el Sistema Solar. Y ahora, por primera vez, no solo nos ofrece información crucial para comprender mejor los asteroides ya descubiertos, sino que ha empezado a buscar asteroides hasta ahora desconocidos para los astrónomos.

Desde que comenzaran sus operaciones científicas en 2014, Gaia ha desempeñado un importante papel en nuestra comprensión de los objetos del Sistema Solar. Aunque su principal objetivo no era ese, sino cartografiar unos mil millones de estrellas —aproximadamente el 1% de las que pueblan nuestra Galaxia—, este ha sido un fabuloso ‘efecto secundario’ de su labor. Gracias a las observaciones de asteroides conocidos por parte de Gaia, contamos con datos para caracterizar las órbitas y las propiedades físicas de estos cuerpos rocosos con una precisión sin precedentes.

Estos asteroides se detectan, en forma de puntos, entre los datos de Gaia de una determinada imagen para, poco después, no aparecer en una imagen posterior. Esto sugiere que se trata de objetos moviéndose a gran velocidad en los alrededores de estrellas más distantes.

Una vez identificados, los objetos observados en los datos de Gaia se comparan con las órbitas de asteroides conocidos para saber de qué asteroide se trata exactamente. En palabras de Tanga, ahora están detectando por primera vez “objetos en movimiento que no coinciden con ninguna estrella ni asteroide catalogado”.
Detecciones de asteroides por parte de Gaia

El proceso de identificación de asteroides en los datos de Gaia comienza con el software Initial Data Processing (IDT), cuyo código ha sido desarrollado principalmente en la Universidad de Barcelona y que se ejecuta en el Centro de Procesamiento de Datos de ESAC, en España.

Este software compara distintas mediciones realizadas en un área concreta y muestra objetos detectados que no aparecían en observaciones previas de esa área. Es probable que no se trate de estrellas, sino de objetos que se mueven por delante del campo de visión de Gaia en el Sistema Solar. Una vez detectados, sus características se someten a un proceso de software en el Centro Nacional de Estudios Espaciales francés (CNES) en Toulouse, dedicado a este tipo de objetos. Así, los datos de origen se cotejan con todos los cuerpos menores del Sistema Solar y, si no se encuentran coincidencias, se tratará de un asteroide completamente nuevo o de un asteroide detectado previamente, pero cuya órbita no se había caracterizado hasta el momento.

Aunque los ensayos han demostrado que Gaia tiene gran valor para identificar asteroides, hasta ahora existían importantes obstáculos que imposibilitaban su descubrimiento. Por ejemplo, hay áreas del cielo tan densamente pobladas que el software IDT tiene muchas dificultades para comparar las observaciones de una determinada estrella. Si el software falla, se acaba procesando un gran número de falsas coincidencias entre los objetos del Sistema Solar, contaminando los datos con falsos asteroides y dificultando enormemente la detección de otros nuevos.

El asteroide en cuestión, bautizado inicialmente con el nombre de Gaia-606, fue descubierto en octubre de 2016, cuando los datos de Gaia mostraron una tenue fuente de movimiento.

De inmediato, los astrónomos se pusieron manos a la obra y consiguieron predecir la nueva posición del asteroide visto desde la Tierra a lo largo de varios días. A continuación, desde el Observatorio de Haute-Provence, Francia, William Thuillot y sus colegas Vincent Robert y Nicolas Thouvenin (Observatorio de París/IMCCE) pudieron orientar un telescopio hacia las posiciones predichas y demostrar que realmente se trataba de un asteroide cuya órbita no coincidía con ningún objeto del Sistema Solar previamente catalogado.

Sin embargo, pese a no figurar en catálogo alguno, al estudiar detalladamente la nueva órbita se vio que ya existía alguna observación aislada del objeto en cuestión. Esto no es algo inusual en el caso de nuevos descubrimientos, dado que, tal y como ha sucedido con el asteroide Gaia-606 (ahora rebautizado 2016 UV56), objetos aparentemente nuevos luego resultan ser objetos ya detectados, pero cuyas observaciones anteriores no habían permitido cartografiar sus órbitas.

Gaia-606 se localizó en el cinturón de asteroides principal, algo que no sorprende, teniendo en cuenta el gran número de asteroides que alberga. Aun así, Gaia también ofrece datos de partes del firmamento no muy observadas en los estudios existentes realizados desde la Tierra, por lo que bien podría detectar asteroides en lugares a donde otros no llegan.

Uno de estos lugares sería una región cercana al Sol, vista desde nuestro planeta. Las observaciones terrestres se llevan a cabo durante la noche, cuando el ángulo entre cualquier fuente y el Sol es bastante amplio, mientras que Gaia es capaz de realizar sus observaciones a cualquier hora, pudiendo ver así objetos mucho más cercanos al Sol.

De esta forma, Gaia podría observar asteroides girando dentro de la órbita de la Tierra: los asteroides Atira, de los cuales hasta ahora solo se conocen 16.

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