Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Los drones son cada vez más abundantes en nuestros cielos. Están pasando de ser rarezas a circular por el entorno aéreo de un modo cada vez más cotidiano. De realizar poco más que tareas de vigilancia, van a llevar a cabo habitualmente muchas otras labores, como por ejemplo entrega de paquetes urgentes.

La creciente presencia de estos robots voladores, y la gran abundancia de ellos que se prevé para un futuro no muy lejano, plantean importantes dudas de seguridad. Un temor muy común es que se produzcan impactos accidentales de drones que provoquen daños no solo materiales sino también personales. Si este peligro es lo bastante grande, al riesgo de todo peatón de ser atropellado por un automóvil que no respete un semáforo o un paso de cebra o que se suba a la acera, habrá que sumarle el de ser golpeado por un dron.

Esta preocupación ha motivado que se comience a investigar la evolución del nivel de riesgo y ahora se han presentado públicamente los resultados de una investigación sobre ello.

Dicho estudio es obra del equipo de Steven Rowson, Stefan Duma y Eamon Campolettano, del Instituto Tecnológico de Virginia (Virginia Tech) en Estados Unidos, y será de gran utilidad para ayudar a clarificar las prioridades en la legislación futura sobre el vuelo rutinario de drones en zonas urbanas. Ello es vital porque antes de que las aeronaves no tripuladas puedan ser utilizadas de manera eficiente por los muchos sectores comerciales interesados en emplearlos, los legisladores necesitan saber qué lesiones podrían llegar a producir estos vehículos y qué características de diseño, limitaciones operativas y normativas podrían ayudar a prevenirlas. Sin datos experimentales robustos sobre estos temas, los organismos responsables de regular el tráfico aéreo, incluyendo en el caso de Estados Unidos la Administración Federal de la Aviación (FAA), no pueden establecer una normativa fiable.

La vasta experiencia de este grupo a la hora de evaluar riesgos de lesiones incluye un amplio trabajo en la industria de la automoción.

El equipo usó los tres citados drones, con masas que van de 1,2 a 11 kg, en experimentos en los cuales impactaban contra un maniquí de pruebas cuyos sensores en cabeza y cuello medían aceleraciones y fuerzas. En uno de los ensayos, las aeronaves impactaron contra el maniquí a máxima velocidad; en otro, se las dejó caer directamente sobre la cabeza del maniquí en diferentes orientaciones.

Se evaluaron las fuerzas ejercidas por dichos impactos en relación con criterios estándares para fuerzas que con gran probabilidad causarían lesiones potencialmente graves o mortales (fracturas de cráneo, por ejemplo).

En general, el riesgo de lesión se incrementó con la masa de la aeronave. Por ejemplo, en los ensayos de caída con el dron más pequeño, el riesgo de lesión grave de cuello resultó ser inferior al 10 por ciento; para la aeronave más grande, el riesgo promedio ascendió hasta el 70 por ciento. Estos resultados sugieren que un subgrupo de drones pequeños puede ya ser seguro para volar por encima de personas. Otros robots voladores, sin embargo, presentan un riesgo de lesión notable.

Durante los impactos en los que la aeronave era desviada del cuerpo (por el brazo sobresaliente de un rotor, por ejemplo) la fuerza ejercida y el riesgo resultante de lesión eran menores. Las características de las aeronaves diseñadas específicamente para redirigir su centro de masa en el caso de un impacto podían hacer más improbables las lesiones graves.

Los datos recogidos en la investigación indican que el riesgo de lesión también se reduce cuando la aeronave se deforma durante el impacto o cuando se rompe y se desprenden piezas de ella. Esas deformaciones y fracturas absorben parte de la energía del choque y ofrecen una vía para atenuar el riesgo.

Fuente: Springer.

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