Texto Periódico El Mundo/Nueva York.- La pequeña localidad de Sutherland Spring (Texas) estaba de luto esta lunes, tras el trágico tiroteo en la Primera Iglesia Baptista en el que 26 feligreses fueron asesinados y 20 resultaron heridos de diferente gravedad. La masacre podía haber sido aún mayor.

Así lo indicó el director regional del Departamento de Seguridad Pública, Freeman Martin, que se refirió este lunes a “los dos buenos samaritanos” que se enfrentaron y persiguieron al sospechoso hasta que éste perdió el control del vehículo, se chocó y se suicidó, según apuntan las evidencias recogidas por las fuerzas del orden en la escena del accidente.

Un día después de que un hombre armado, identificado por la policía como Devin Kelley abriera fuego con un rifle de asalto dentro y fuera de la iglesia, los investigadores han podido confirmar que no hay “motivación racial” o religiosa detrás del tiroteo. “Había una situación doméstica con su familia [política]”, apuntó Martin para evitar especulaciones durante una rueda de prensa este lunes.

“La suegra del sospechoso venía a esta iglesia. Sabíamos que la había recibido mensajes amenazantes de él [Kelley]. Pero no podemos entrar en más detalles”, explicó Martin, que poco antes había destacado la heroica actuación de dos vecinos de la localidad.

Especialmente, la del residente que vive en frente de la iglesia donde se produjo el ataque y sin pensárselo dos veces, “cogió su rifle y se enfrentó al sospechoso”. Tras un fuego cruzado entre el vecino y el sospechoso -armado con una pistola y cuyo rifle había dejado en el templo-, el tirador se introdujo en su vehículo y huyó de la escena del crimen.

Este “buen samaritano” -como le denominó Martin- no estaba dispuesto a dejar escapar al sospechoso. Cuando vio a otro vecino que pasaba por allí con su coche, le explicó lo ocurrido y ambos iniciaron la persecución de Kelley, en continua comunicación con las fuerzas del orden.

El otro ‘héroe accidental’, Johnnie Langendorff, explicó a los medios estadounidenses que estuvo “todo el tiempo al teléfono con el [departamento] de llamadas. Les di la dirección dónde estábamos, en qué carretera, y que el vehículo estaba a la vista y que nos estábamos acercando.

La huida de Kelley se produjo hasta unos 17 kilómetros al norte de la Primera Iglesia Baptista de Sutherland Spring. Langendorff narró a ‘The Washington Post’ que el tirador perdió el control del Ford Explorer que conducía, se salió de la carretera y chocó en una cuneta.

Los ‘buenos samaritanos’ pararon cerca y el héroe anónimo salió del coche y colocó su rifle sobre el capo apuntando a Kelley. “No había ningún movimiento”, añadió Langendorff, que permaneció en el lugar hasta que llegó la policía cinco minutos después.

Mientras los dos vecinos seguían al sospechoso del tiroteo a más de 150 kilómetros por hora, Kelley llamó por teléfono a su padre para decirle que estaba herido por disparos, según explicaron las autoridades.

También le dio a entender que creía “que no iba a lograrlo” poco antes de que se suicidará. Esa es la hipótesis que baraja la policía con las pruebas recogidas, aunque no lo confirmarán hasta que se le haya practicado la autopsia.

Kelley, de 26 años y expulsado del ejército, disponía al menos de cuatro armas, según detallaron oficiales de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de fuego y explosivos este lunes.

Dos fueron adquiridas en Colorado y dos, en Texas, entre 2014 y 2017. “Una cada año”, puntualizó el oficial. Dado su historial militar han surgido muchas preguntas sobre cómo pudo hacerse con ellas.

Según confirmó la portavoz de la Fuerza Aérea, Ann Stefanek, el autor de la masacre sirvió en la base de Nuevo México entre 2010 y 2012. Ese año fue acusado de agresión contra su mujer y su hijo y fue sentenciado a confinamiento durante un año. “En 2014 fue expulsado del ejército por mala conducta”, añadió Stefanek.

Durante una entrevista en la cadena CNN, el gobernador de Texas, Gregg Abbott, aseguró que “la ley tal y como está ahora debería haber evitado que él consiguiera un arma” e informó de que Kelley había intentado conseguir una licencia en el Estado y se le había denegado, aunque no quedó claro qué tipo de permiso ni cuándo.

Lo cierto es que la legislación texana sobre armas es una de las más laxas de Estados Unidos, que no exige registro ni permiso para comprarlas. Básicamente, sólo es necesaria para llevar pistolas a la vista. El rifle Ruger AR-556 que utilizó Kelley en la masacre fue comprado en San Antonio en 2016, según las fuerzas del orden.

El gobernador insistía hoy en los “problemas mentales” del autor del tiroteo del que dijo era “inestable”. Ése es el tema, añadió, que “nuestro país necesita acometer”. Nada de hablar del ‘sensible’ tema de las armas en el segundo estado del país donde más armas se venden (por detrás de California).

En la misma línea apuntó el Presidente, Donald Trump, desde Japón -donde se encontraba de visita oficial durante su gira asiática. Durante la rueda de prensa con el primer ministro Shinzo Abe, el mandatario se refirió a la masacre como un acto “horrible” y subrayó que “este es un problema de salud mental. No una cuestión de armas”.

En su intervención, Trump destacó que los informes preliminares apuntan que Kelley “era un hombre muy trastornado, con muchos problemas durante un largo período de tiempo”. De ahí que el foco deba estar puesto, según el presidente, en la salud mental. Para hablar de las armas, sin embargo, “es un poco pronto”. Como también lo era hace un mes después del tiroteo en Las Vegas en el que murieron 59 personas.

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