El Sol lanzó contra la Tierra una gran cantidad de materia en agosto de 2012. Unos pocos días más tarde pudimos contemplar algunas de las más impresionantes auroras en la Tierra. La nueva investigación ha establecido que el Sol podría emitir erupciones incluso mayores. (Foto: AIA/SDO/Goddard Space Flight Center/NASA)

Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Un equipo internacional de investigación ha mostrado ahora que este es un escenario que podríamos tener que considerar como una posibilidad real.

La Tierra es golpeada a menudo por erupciones solares. Estas erupciones consisten en partículas energéticas que son enviadas desde el Sol al espacio, donde aquellas que están dirigidas hacia nosotros se topan con el campo magnético alrededor de nuestro planeta.

Cuando estas erupciones interaccionan con el campo magnético terrestre, producen las hermosas auroras. Un fenómeno poético que nos recuerda que nuestra estrella más próxima es un vecino imprevisible.

Cuando el Sol vierte cantidades gigantescas de plasma caliente durante las grandes erupciones solares, ello puede tener consecuencias graves para la Tierra. Las erupciones solares que conocemos, no obstante, no son nada comparadas con las que vemos en otras estrellas, las llamadas “superllamaradas”. Estas han sido un misterio desde que la misión Kepler las descubrió en grandes cantidades hace cuatro años.

Se plantean varias preguntas: ¿se forman las superllamaradas mediante el mismo mecanismo que las llamaradas solares? Y si esto es así, ¿significa que el Sol es también capaz de producir una superllamarada?

El Sol es capaz de producir erupciones monstruosas que pueden interrumpir las comunicaciones por radio y el suministro eléctrico aquí en la Tierra. La erupción más grande observada tuvo lugar en septiembre de 1859, cuando cantidades gigantescas de plasma caliente de nuestra estrella vecina golpearon la Tierra.

El 1 de septiembre de ese año, los astrónomos observaron que una de las manchas oscuras en la superficie del Sol se encendió de pronto y brilló mucho sobre la superficie solar. Este fenómeno nunca había sido observado antes y nadie sabía lo que había de pasar. En la mañana del 2 de septiembre, las primeras partículas de lo que ahora sabemos que era una erupción enorme en el Sol alcanzaron la Tierra.

La tormenta solar de 1859 es conocida también como el “Evento Carrington”. Las auroras asociadas a él pudieron ser vistas tan al sur como en Cuba y Hawái, el sistema telegráfico mundial se desbarató, y los registros de núcleos de hielo de Groenlandia indican que la capa protectora de ozono de la Tierra fue dañada por las partículas energéticas de la tormenta solar.

El cosmos, sin embargo, contiene otras estrellas y algunas de estas experimentan regularmente erupciones que pueden ser hasta 10.000 veces más grandes que el evento Carrington.

Las llamaradas solares suceden cuando grandes campos magnéticos sobre la superficie del Sol se colapsan. Cuando eso ocurre, se liberan enormes cantidades de energía magnética. El equipo de Karoff se ha valido de observaciones de campos magnéticos en la superficie de casi 100.000 estrellas para determinar que estas superllamaradas se forman probablemente a través del mismo mecanismo que las llamaradas solares.

Pero ¿puede el Sol crear una superllamarada? Parece improbable que el Sol sea capaz de producirlas, ya que su campo magnético es demasiado débil. Sin embargo…

De todas las estrellas con superllamaradas que Christoffer Karoff y sus colaboradores analizaron, alrededor del 10 por ciento tenían un campo magnético con una intensidad similar o más débil que el del Sol. Por tanto, aunque no es muy probable, no es imposible que nuestra estrella produzca una superllamarada.

Si una erupción de este tamaño golpease la Tierra hoy en día, ello tendría consecuencias devastadoras. No solo para todo el equipamiento electrónico en la Tierra, sino también para nuestra atmósfera y por tanto para la capacidad del planeta de sostener la vida.

Indicios procedentes de archivos geológicos han mostrado que el Sol pudo haber producido una pequeña superllamarada en el año 774 o 775 de nuestra era. Los anillos de crecimiento anual de la época en árboles viejos muestran que se formaron cantidades anormalmente grandes del isótopo radiactivo carbono-14 en la atmósfera de la Tierra.

El carbono-14 se forma cuando las partículas de los rayos cósmicos de nuestra galaxia, la Vía Láctea, o protones especialmente energéticos procedentes del Sol, producidos en conexión con grandes erupciones solares, entran en la atmósfera terrestre.

Los análisis hechos en el nuevo estudio apoyan la idea de que el fenómeno del año 775 fue efectivamente una pequeña superllamarada, es decir, una erupción solar entre 10 y 100 veces más grande que la mayor observada durante la era espacial.

El nuevo estudio muestra que el Sol, hablando desde el punto de vista estadístico, debería experimentar una pequeña superllamarada cada milenio. Esto concuerda con la idea de que el evento de 775 y otro parecido del 993 fueron efectivamente causados por pequeñas superllamaradas solares.

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