Texto Periódico El Mundo/Sidney.- Roger Federer agigantó su leyenda con el sexto título en el Abierto de Australia, vigésimo del Grand Slam. No lo puso ni mucho menos fácil Marin Cilic, resistente hasta llevar al suizo al límite. Ya hexacampeón en Melbourne, como Novak Djokovic y Roy Emerson, Federer abre de nuevo la distancia con respecto a Rafael Nadal, que tiene 16, en el número de majors. La dinámica, no obstante, se mantiene. Ambos se han repartido los últimos cinco grandes, y el próximo en disputarse es Roland Garros, patrimonio habitual del español.

Con 36 años y 173 días, Federer revalidó el título logrado en el Rod Laver Arena precisamente contra Nadal. Como sucede con los deportistas geniales, aquellos distintos a todos, el helvético agota los adjetivos. Puede hablarse de su extraordinario talento, que exhibió de nuevo en un partido sometido a un continuo vaivén, pero también de su carácter irreductible, que le llevó a sofocar las admirables reacciones de su rival. Catorce años después de ganar su primer título en Melbourne, transcurridos quince desde que levantó en Wimbledon el primero de sus majors, Federer ha vuelto a hacerlo.

24 minutos de primer set

Su arrasador comienzo no intimidó a Cilic, nervioso de inicio, lento a la hora de acomodarse en la cancha. El número dos del mundo liquidó el primer set en 24 minutos, como si nada. Sus juegos de servicio se escurrían en un suspiro. Al resto era una amenaza permanente y a menudo consumada. No había final. Pero, como demostró en sus partidos ante Carreño y Nadal, en los que también cedió el parcial de entrada, Cilic tardó poco en reaccionar. Federer gozó de pelotas de ruptura en tres juegos consecutivos, pero el fracaso le condujo al desempate, tras salvar una bola de set en el noveno juego. Ahí fue más certero su adversario, que devolvió el equilibrio al partido.

La final se jugó bajo techo. Fue la primera de un Grand Slam que se inicia a cubierto. La organización explicó que se tomó tal medida porque a la hora de comienzo del encuentro, las 19.30 h. en Melbourne, así lo aconsejaba el índice que mide todas las circunstancias meteorológicas. Pocos jugadores se desenvuelven en indoor como Federer.

Además de servir con meteórica eficacia, el suizo supo atravesar la fase más delicada del duelo. Hasta este partido, su mayor enemigo había sido Tomas Berdych, 19º en el escalafón, en cuartos de final. Ya entonces hubo de neutralizar dos pelotas de set en el primer parcial. Con Cilic desatado, pleno de convicción tras sacar adelante el tie break, el defensor del título apretó los dientes y se mantuvo en pie. Pronto empezaron a funcionar nuevamente sus restos con el revés cortado, que obligaban al croata a descender desde sus 198 centímetros de altura. El saque seguía intacto. Lo mantenía virgen, pese a haber perdido el segundo parcial.

Un competidor de cuidado

Así llegó hasta el sexto juego del tercero, donde logró el break que le iba a conducir a tomar ventaja por dos sets a uno. Golpe duro para Cilic, que cedió su saque de entrada y se libró de la amenaza de un 3-0. Federer desplegaba ya todos sus encantos. Tan pronto tiraba una dejada majestuosa como se encaminaba hacia la red con el resto. Pero nunca den por muerto a Cilic; es un competidor de cuidado. Federer se quedó en un 35% de acierto con el primer servicio en el cuarto set, dato revelador a la hora de entender la reacción de su rival, mucho más vivo cuando la pugna parecía aprestarse hacia la conclusión. Igualó a tres, volvió a neutralizar otra pelota de break en el séptimo juego y se ganó la quinta manga.

Ahí estaba de nuevo Federer, puro instinto y experiencia en este tipo de situaciones. Rompió en el segundo juego, volvió a hacerlo en el sexto y se fue a por la copa, con un total de 24 saques directos. Antes, neutralizó con entereza dos puntos de ruptura en el primer juego, en un momento de extrema dificultad. Al igual que sucediera en Wimbledon, Cilic no pudo con Federer. Entonces tuvo la desgracia de disputar el partido mermado por una lesión. Esta vez, entero, en plena combustión, hubo de inclinarse frente al más grande de la historia de este juego. Después de pasar cuatro años y medio sin ganar un torneo de este rango, se ha hecho con tres en el plazo de un año, consecuencia de una clase absolutamente incomparable y de una imperecedera pasión por el tenis.

“Basta, muchas gracias”, agradeció el vencedor en Melbourne, tan roto de alegría por dentro como hace 12 meses tras la final ante Rafa Nadal.

El Ojo de Halcón, como en 2017, volvió a decidir el punto que convertía a Roger Federer en campeón del Open de Australia. Unos minutos más tarde, las lágrimas, también como el año pasado, volvieron a asomar en las mejillas del ganador de 20 torneos de Grand Slam. “Es un absoluto sueño, el cuento de hadas continúa”, balbuceó el genio de Basilea, con la Norman Brookes Cup ya entre los brazos.

“Estoy tan feliz… Es increíble. Ha sido un día largo. Cuando juegas de noche piensas todo el día en el partido, es difícil. Estoy feliz de que haya terminado”, comenzó Federer. El estadio, puesto en pie, rindió sus respetos, mientras el legendario Rod Laver, 79 años y teléfono móvil en mano, inmortalizaba el instante en un vídeo.

Mirka y Robert

“Basta, muchas gracias”, agradeció el vencedor, tan roto de alegría por dentro como hace 12 meses tras la final ante Rafa Nadal. Después, felicitó a Marin Cilic, el adversario que le llevó casi al límite y a quien auguró “grandes cosas” para el futuro.

En ese momento, la emoción ya se dejaba sentir en los acompañantes del campeón. Su padre, Robert, y la madre de sus cuatro hijos, Mirka Vavrinec, intentaban controlar las lágrimas. Sin embargo, cuando Roger quiso agradecer el apoyo de todos terminó derrumbándose. No pudo continuar.

Como ante Baghdatis en 2006

Hubo que esperar a una comparencia posterior, con televisión en directo, para que Roger pasara de nuevo revista a sus emociones. “Esto es algo diferente. El primer ‘major’ es como ‘Oh, Dios mío. Fue capaz de ganar uno’. El resto ahora realmente no importa”, explicó ante cientos de aficionados que se reunían en el Garden Square de Melbourne Park.

“Esto de hoy me recordó quizá a mi victoria aquí en la final de 2006 ante (Marcos) Baghdatis”, rememoró. “Aquel año también llegaba muy fuerte al último partido y era gran favorito… Me sentí tan aliviado cuando todo terminó como esta noche. Por eso es por lo que no podía hablar. Fue terrible”, detalló el campeón tras unir su nombre a los de Novak Djokovic y Roy Emerson, hasta ahora los únicos en alzar seis veces la copa en Melbourne.

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