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Nova Xavantina, Mato Grosso, Brasil, 30 Dic (Notimex).- El mayor productor de carne bovina y granos forrajeros de Brasil, el estado de Mato Grosso, se transformó en tan solo 40 años de ser una región de territorios tradicionales indígenas en un granero cultivado por miles de familias que llegaron del sur.

Tercer mayor estado de Brasil, Mato Grosso -enclavado en la extensa planicie del centro del país, en la zona de transición de sabana tropical a selva amazónica- fue “colonizado” entre 1940 y 1980 por miles de familias campesinas que fueron incentivadas a viajar miles de kilómetros para cultivar tierra virgen que, en la época, no era otra cosa que selva.

“Recuerdo cuando usábamos dos tractores y un cable de acero para arrancar los árboles”, explica a Notimex Neli Apio, una mujer de 60 años que llegó desde el sur de Brasil, en la frontera con Uruguay, a la región del noreste de Mato Grosso en la década de 1970 para plantar arroz.

Desde 1940 los diferentes gobiernos brasileños, pero en especial el régimen militar que llegó al poder en 1964, promovieron la expansión agrícola y la “colonización” de áreas vírgenes del centro y el oeste del país, en especial el Amazonas.

Esa migración histórica, que algunos expertos consideran la mayor colonización de áreas vírgenes de América Latina, provocó numerosos conflictos de tierra y violencia.

En particular porque muchas de las áreas eran habitadas desde hacia siglos por etnias indígenas seminómadas que vivían aisladas -sin contacto con la sociedad- y se alimentaban cazando, pescando y cultivando.

Así, mientras esos grupos eran “contactados” por el gobierno y llevados a sedentarizarse, en un proceso que tuvo episodios de violencia y abusos de los derechos humanos, los productores que ocuparon las tierras las convirtieron en el “granero” de Brasil y en una de las regiones agrícolas más prometedoreas del planeta.

Este estado produce hoy 26.5 millones de toneladas de maíz y 31 millones de toneladas de soja, es decir, el tres y nueve por ciento de la producción mundial en cada rubro.

Los productores planean elevar esa producción a 40 millones de toneladas de maíz y 47 millones de toneladas de soja para 2025, un aumento de casi 100 por ciento que se da gracias a que en esta región tropical se producen hasta dos cosechas por año.

Sin embargo, ese desarrollo agrícola masivo no está exento de conflictos.

Los productores rurales, que tienen una gran influencia por medio de decenas de diputados federales que apoyan su causa de convertir al país en el granero del planeta, reclaman que las tierras indígenas –13 por ciento de todo Brasil- “dificultan” la expansión del agronegocio, mientras sus plantaciones de soja, maíz o pasto para ganado llega a las fronteras de las reservas indígenas.

“Tienen cientos de miles de hectáreas y no producen nada. Además reciben dinero del gobierno en forma de subsidios sociales. ¿Qué podríamos hacer con esa tierra?”, se preguntó en diálogo con Notimex César Giaccomolli, productor de 36 años de edad, de la localidad de Agua Boa, en el centro de Brasil, donde se extienden amplias áreas indígenas pobladas por xavantes.

Los productores rurales también protestan porque si plantan en áreas del bioma amazónico la legislación les obliga a conservar 80 por ciento de la propiedad intacta, es decir, como área de selva, y solo pueden deforestar y plantar en el 20 por ciento restante, en una medida implementada con el objetivo de frenar la deforestación de la mayor selva tropical del planeta.

Los indios, por su parte, reclaman que el agronegocio –basado en la exportación masiva de granos y carne- destruye sus habitats tradicionales, por medio del uso de agrotóxicos y la deforestación. (Notimex).

 

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