Imagen: Edificio de Barranquilla

Especial

Barranquilla, Colombia, 16 marzo 2017.- El bar “La Cueva”, fundado en 1954 en la ciudad de Barranquilla, en el Caribe colombiano, se convirtió en el lugar predilecto del Nobel Gabriel García Márquez para las tertulias con sus amigos de juventud y poner a volar su imaginación que se refleja en el realismo mágico de “Cien años de soledad”.

Este bar de antiguos cazadores, ubicado al norte del centro histórico de Barranquilla, se convirtió en 1955 en bar-restaurante-galería y tertuliadero de jóvenes escritores, pintores y poetas, que con el tiempo fueron reconocidos como “El Grupo de Barranquilla o el Grupo de La Cueva”.

Este clan también fue integrado por el catalán Ramón Vinyes: Alfonso Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas, Gabriel García Márquez, Alejandro Obregón y Orlando Rivera, entre otros que se fueron sumando con el tiempo.

El puerto de Barranquilla, en donde se une el mar Caribe con el río Magdalena, que es el afluente más grande que cruza de sur a norte la geografía colombiana, y “La Cueva”, en particular, son referentes importantes en la vida personal y literaria del Premio Nobel de Literatura 1982.

El escritor Paul Brito, uno de los estudiosos de la obra del colombiano, explicó en entrevista con Notimex la importancia de Barranquilla y “La Cueva” en la obra de García Márquez, porque sus primeras experiencias como escritor se forjaron en esta ciudad caribeña.

En Barranquilla surgieron los primeros “amigos literarios, auténticos que le regalan toda una atmósfera de camaradería y toda una serie de historias que ellos comienzan a idealizar. Esto se ve reflejado en ‘Cien años de soledad’, donde él incluso se menciona con su propio nombre Gabriel y aparece Álvaro (Cepeda), Alfonso (Fuenmayor), amigos de Barranquilla”.

En la obra “Los funerales de la mamá grande”, Gabo le manda un saludo a “los camajanes de ‘La Cueva’. Uno se va dando cuenta que él ya tiene toda una mitología alrededor de esa época juvenil, vital, exuberante, que él pasó aquí en la ciudad, cuando ni siquiera tenía dinero”.

García Márquez -recordó Brito- en esa época dejaba como prenda de garantía el primer manuscrito del “germen de Macondo, de ‘Cien años de soledad’, para poder pasar la noche en el hotel, bueno en el prostíbulo donde pasaba la noche aquí”.

Esta ciudad también “vuelve en (la novela) ‘Memoria de mis putas tristes’. Uno ve que ya él vuelve a su nostalgia de la ciudad, porque es una novela barranquillera”.

Para Brito, una de las mejores novelas de García Márquez es “El Otoño del patriarca”. Es una novela diferente, la escribió después de ‘Cien años de soledad’ y es plenamente barranquillera”.

García Márquez, para escribir “El Otoño o del Patriarca”, “le tocó volver a la ciudad, volver a oler el olor de la guayaba, volver a vivir unos meses acá, volver a relacionarse con los taxistas y retomar expresiones y términos que solo se entienden en Barranquilla”.

Expresiones como: “manta de bandera, gordo bobo, salchichón de hoyito, todo eso solo lo entienden los vecinos del barrio Chiquinquirá, de esta ciudad. En esta obra (‘El Otoño del Patriarca’) está todo ese mundo barranquillero que siempre estuvo muy cerca de Gabo. Barranquilla es una ciudad central en la vida de García Márquez”.

En esta urbe, que los colombianos conocen como “Curramba la bella”, en honor a la alegría de su gente, a la rumba y a los mejores carnavales del Caribe, García Márquez y sus amigos escritores empiezan a construir su realismo mágico, que está reflejado en la columna “La Jirafa”, que escribía en el diario El Heraldo, el más importante de la costa atlántica.

En “La Jirafa” -continuó- se nota la búsqueda de García Márquez por la magia de la cotidianidad, la hipérbole cotidiana. Uno siente en esa columna que ya él estaba conectado con esa búsqueda.

Barranquilla -sostuvo Brito- tiene mucho que ver con la construcción del realismo mágico, con el mundo macondiano en la obra de García Márquez. En esta ciudad el autor de “Cien años de soledad” afianza “un poco más esa exploración de ese mundo fantástico”.

Los amigos del “Grupo de Barranquilla”, por ejemplo, ya habían leído los primeros cuentos de García Márquez en el diario El Espectador y empezaron a formular las primeras críticas en las tertulias que hacían en “La Cueva”.

En las tertulias los jóvenes escritores criticaron la “abstracción que tienen sus cuentos en esa búsqueda de lo fantasioso en mundos lejanos al suyo, al Caribe”.

Sus amigo le plantearon a García Márquez “que no era necesario alejarse demasiado, si acá estaba toda esa cantera de imágenes que él podía explorar sin que el cuento se notara muy forzado. La primera vez que le llaman la atención es por su forma cachaca (persona del altiplano) de escribir y esa crítica fue aquí en Barranquilla”, puntualizó Brito.

“La Cueva”, 63 años después de esas tertulias literarias, hoy es un bar-restaurante y a la vez uno de los centros culturales importantes de Barranquilla, de Colombia y el mundo, porque en este espacio y en esta ciudad García Márquez vivió con intensidad la magia del Caribe.

El escritor Ramón Vinyes, uno de los miembros del “Grupo de Barranquilla”, escribió un texto que los comensales que visitan “La Cueva” lo pueden leer sobre sus mesas: “Por encima del realismo, del clasicismo, del modernismo, buscamos la belleza donde se halle, como se busca el oro entre las piedras”.

Esa búsqueda de la belleza García Márquez la plasmó en “Cien años de soledad” y logró construir ese mundo maravilloso que es Macondo. (Edelmiro Franco/Enviado de Notimex).

 

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